Una pantalla, bien sea para ver la televisión bien para utilizar con el ordenador, tiene un valor negativo en concepto de reciclaje. Esto es, cuando una persona adquiere un producto de este tipo, el fabricante incluye en el precio una ecotasa que asegure la financiación de su reciclado, dado que está considerado como un dispositivo eléctrico peligroso al figurar entre sus componentes materiales el fósforo. No obstante, los antiguos monitores de tubo son aparatos reciclables al 100%.

Cuando el aparato llega a las instalaciones, un operador lo desmonta a mano. Tras desprender la carcasa, que habitualmente es de plástico, aunque puede ser de madera, se retiran los paneles de los circuitos para recuperar metales como cobre y aluminio y se separan los tubos de rayos catódicos. Posteriormente se separa la pantalla, de la que se retira su chapa de hierro. El tubo de rayos catódicos se desglosa en dos partes y con dos tipos de vidrio distintos. De su lado plano, se aspira el fósforo, un producto peligroso de color blanco, y de la parte cónica se recupera el plomo y otros metales férricos, que se destinarán a la fabricación, por ejemplo, de hornos, vitrocerámicas o baldosas para suelo.

La forma en la que los viejos televisores llegan a las plantas de reciclaje puede ser variada. Desde la retirada en el momento en el que el técnico entrega el televisor nuevo, al depósito por parte del ciudadano en el punto limpio, pasando directamente por la red de pequeños recuperadores que lo llevan a una planta de reciclaje. Los miembros de la FER trabajan junto con los fabricantes de televisores, integrados en los distintos Sistemas Integrados de Gestión, para optimizar la logística de recogida de los equipos fuera de uso y para mejorar el reciclaje de sus componentes.