La jornada se avecinaba tensa, calentita, días antes de celebrarse el pleno, pero la animación fue, por momentos, más allá de lo esperado. Hasta el punto de los propios concejales se lo advertían unos a otros en sus intervenciones, tras los constantes reproches fuera del uso de la palabra, comentarios fuera de micrófono, acusaciones veladas o explícitas mientras el oponente hablaba, y con más frecuencia de lo habitual. Las medidas de ajuste del gasto eran ingrediente suficiente, pero se añadió uno inesperado: el público.
Pocos se podían imaginar que Jerónimo Blasco, sitiado por las críticas de todos los bandos por su Expo o sus barquitos, se acabara refiriendo a un vecino que intervino desde la grada para cuestionar la navegación como el "advenedizo que se han sacado de la manga", en alusión al PP. Inició, sin duda, el momento de mayor tensión.
Juan Martín, de CHA, y José Manuel Cruz, del PP, le invitaron a que rectificara, pero le pudo más el orgullo que la educación y el respeto hacia un ciudadano más. "No tiene sentido dicho por quien no es un miembro elegido en este consistorio", le recriminó el portavoz adjunto popular. Pero su negativa encendió más a este vecino y minutos más tarde le espetó: "No tienes vergüenza". Unos gritos que casi le suponen su expulsión del salón. No era la animación prevista ni la más deseada.
Antes, una enfurecida ciudadana también se atrevió a asaltar los altares en los que algunos creen estar, quizá contagiada por la escasa corrección que había podido presenciar en el debate sobre el plan de ajuste. En el descanso, irrumpió en la habitual sala del piscolabis para recriminarles algunas de sus actitudes y fue invitada a abandonar la sala mientras ellas exigía que la sacaran con esposas. "¿Cómo pueden tomar decisiones tan importantes con seis copas de vino encima?", decía la mujer, indignada, mientras se marchaba.
No todos actúan así. Otros, como los vecinos de Ciudad Jardín que recriminaban a Manuel Blasco, responsable de Deportes, que no vaya a dejar abrir este año su piscina, lo hicieron con educación y el máximo respeto, pero a juzgar por los gestos de sorna de algunos miembros de la corporación, parece que esto así no funciona.
No parecen advertirlo pero, como ayer ocurrió, poco a poco se van animando los vecinos a recriminar a los concejales o al propio alcalde que aprovechen sus intervenciones para tomarse un descansito o compartir chascarrillos con el que tienen más cerca. O cruzar el salón de plenos sin ningún pudor.
La tensión era constante. "Relajése y disfrute", le aconsejaba Juan Martín a Manuel Blasco poco después de haber pedido su reprobación. Nadie pudo hacer ni una cosa ni otra, y la imaginación a veces no es suficiente para echarle ironía. No le funcionó a José Manuel Cruz (PP) cuando citó a La venganza de Don Mendo para burlarse de José Manuel Alonso (IU). "Menudo ripio que ha soltao", exclamaba el socialista Carlos Pérez Anadón.
El problema de las interrupciones, reproches o gritos es que el público, como el de ayer, o se cansa y se marcha, o murmulla o protesta de forma airada ayudando a rebajar más el nivel. Lo peor es que en este momento tan delicado la educación se exige porque se presupone.