"Nos conocen poco. Ojalá que la selección de fútbol española, la Roja, pueda convertirse en nuestra mejor embajadora". Son palabras que hay que calificar de oportunas y casi proféticas. Las pronunció, el pasado 4 de junio en Barcelona Elisa García Grande, consejera jefe de la Oficina Comercial de España en Suráfrica.

García Grande estaba ayer exultante a la otra línea del teléfono en su oficina de Johannesburgo, desde donde lanzó un aviso en toda regla: "Ahora somos conocidísimos y hay que aprovecharlo". A principios de junio el análisis era distinto. Igual que los manuales de táctica militar loan la ventaja de atacar de noche porque el enemigo no te ve, pero advierten de la dificultad de que tú tampoco ves al enemogo, la imagen de España como potencia económica era apenas conocida en Suráfrica, lo que tenía una ventaja: al menos no era negativa, como ha sucedido en otros sitios. En esta tesitura, no habrá que empezar desmontando tópicos: basta con aprovechar la ola de simpatía.

Pescado y coches

El comercio bilateral de España con Suráfrica es ínfimo: el país compra a España solo el 1,5% del total de sus importaciones y le vende el equivalente al 2,5% de todo lo que exporta. En cifras, compras surafricanas por valor de 552 millones y ventas a España de 862 millones. La principal razón de este desequilibrio es fácil: España compra a Suráfrica mucho carbón y pescado (pulpo incluído), recursos naturales abundantes en aquel país.

En junio, García Grande advirtió de que Suráfrica era una oportunidad para exportar e invertir, porque no es una de las grandes potencias del continente (49 millones de habitantes), pero también tiene sus riesgos: desigualdades sociales, paro, violencia, divisa volatil. ¿Y tras el Mundial, qué ha cambiado? García Grande asegura que "Suráfrica se ha puesto en el mapa mundial". ¿Para ir de inmediato? "Pueden esperar un par de meses. Aquí es invierno y con el campeonato se han paralizado hasta el curso escolar. Pero hay que apuntarse a las misiones (comerciales) que empezarán en septiembre".

Como toda potencia que aspira a ser, para empezar, emergente, Suráfrica está mimando el sector metalúrgico y de automoción. Lo muestan Acerinox, una de las grandes instaladas en Suráfrica, como Dragados y Gas Natural.

Estabilidad política

Cuestión distinta es licitar en concesiones públicas, lo que obliga a buscar un socio local y cumplir con la política de discriminación positiva Black Economic Empowerment; lisa y llanamente, la obligación de dar trabajo a los negros, palabra sin connotación peyorativa en el lenguaje público surafricano. La larga estabilidad política, en términos africanos, ha dado sus frutos económicos, aunque menos de los esperados. Se aspiraba a crear una clase media negra, inexistente por el apartheid. De momento no ha aparecido. En cambio, sí existe una comunidad negra de alto poder adquisitivo por la que ya pelean las grandes marcas europeas de ropa, calzado y comida gurmet.

Salvando las comparaciones con otras excolonias europeas en Asia (Hong Kong, Singapur) Suráfrica también busca ser la puerta (aunque sea la más alejada) de entrada para toda el África subsahariana. Hasta allí han llegado, por ejemplo, los ecos de que el futuro está en las energías renovables, con probable presencia de las empresas españolas ("No puedo decir nombres", precisa la alto cargo del Ministerio de Industria). "Prepárense para competir con italianos, griegos o portugueses", anima García Grande. Pero no habla de fútbol, sino de restaurantes de comida mediterránea ya instalados en las principales ciudades del país.