En época de vacas flacas las empresas recortan de donde buenamente pueden. Incluso en momentos de expansión económica hay partidas presupuestarias que una compañía considera más importantes que otras. Los recursos son limitados y los gestores seleccionan unos u otros según sus prioridades. Por eso siempre han existido en las empresas algunos fondos que se suelen encontrar en la cuerda floja, como es el caso de la innovación o la formación de los trabajadores. En la teoría, las ventajas de invertir en capital humano son muchas. Pero la formación laboral también tiene dos obstáculos que para muchos gestores se hacen casi insalvables: para que dé buenos resultados, la formación requiere de dinero y, sobre todo, de paciencia. Es decir, tiempo para ver que lo que se invirtió en capital humano se ha recuperado realmente. Requisitos que se oponen a las estrategias empresariales más clásicas, que tienden a mirar solo el beneficio a corto plazo.