La premura de tiempo para concluir las obras de los nuevos colegios que abrieron ayer sus puertas en Zaragoza llevó a los operarios a trabajar de madrugada y también en domingo. Varios vecinos de Rosales del Canal comprobaron la pasada semana la celeridad de los obreros para poder entregar a tiempo el centro y, en varias ocasiones, los trabajos se prolongaron más allá de las 2.00 de la madrugada. El tempranero comienzo de curso--nunca antes las clases habían comenzado el día 6 de septiembre--acortaba todavía más los plazos y obligaba a un mayor esfuerzo para llegar a tiempo.

Finalmente, los centros se terminaron, aunque las obras continúan --sobre todo en Rosales, donde falta por construir la tercera planta y dos edificios anexos al nuevo aulario--, lo que, incluso, llevó a varias familias del sur de la ciudad a dejar a sus hijos en casa al considerar que su seguridad no estaba garantizada. A pesar de los mensajes de tranquilidad esgrimidos desde el Departamento de Educación, algunos padres optaron por mantener a los niños lejos del centro "hasta que la situación mejore y el escenario sea más tranquilizador", apuntaron desde la Asociación de Padres de Alumnos.

El nuevo centro se entregó el lunes, ya en vísperas del día 6, fecha de la vuelta a clase, y tres después de que se entregara la obra del colegio de Vadorrey, el otro nuevo centro de la capital. Educación aseguró que estarían a punto y garantizó la seguridad de los niños a pesar de que en ambos continuarían los trabajos, pero no ha sido suficiente para que alguna familias consideran demasiado elevado el riesgo que podría conllevar una posible precipitación a la hora de terminar el acondicionamiento.

CONVIVENCIA OBLIGADA Ayer, obreros y niños compartían un escenario en el que, aunque no hubo accidentes, sí se produjeron sustos. "Hemos visto que un obrero ha pasado a través de un hueco en la zona vallada y unos niños de Primaria, que lo han visto, han ido detrás, aunque la actuación de profesores y responsables del centro ha sido encomiable controlando a los niños", indicó Rosa, madre de un alumno.

En Vadorrey, por su parte, los padres pudieron respirar tranquilos después de unas jornadas previas marcadas por la incertidumbre y los nervios. La colaboración de las familias --que colaboraron en equipar el centro--resultó determinante para permitir la apertura, aunque los obreros seguían ayer trabajando en el tejado.

Varios padres lamentaron la "incertidumbre" sobre si los trabajos iban a acabar a tiempo. "Ojalá hubieran terminado antes porque supongo que habrá cosas sin concluir, aunque el colegio tiene buena pinta y esperemos que la premura de tiempo no afecte a la seguridad", subrayó Fernando, que, al igual que el resto de padres de ambos centros educativos, todavía no ha podido ver el interior del recinto.

La DGA volvió a garantizar ayer la seguridad de niños y familiares mientras sigan las obras. "Los arquitectos estarán muy encima de todo", aseguraron.