Hombres trajeados y elegantes mujeres destacan por entre los grupillos de los afortunados con la suerte. "Son los de los bancos. Ahora sí que vienen, cuando les hemos necesitado tanto. Pues que se esperen", decían por lo bajini en Sodeto.

Mientras, ellos iban haciendo sus cálculos y anotaciones. "Este, dos boletos. Y le he cogido el teléfono", le contaba a su compañero. "Nada, diles que les cuidamos el décimo...", le enseñaba el otro.

Mientras, los agraciados no se canteaban. "Yo voy a ir al que me ha ayudado cuando lo he necesitado. Porque son los que se han arriesgado. Qué bonito es venir ahora, a lo fácil. A coger", decía uno. El caso es que los banqueros llegaron raudos como el viento con un taco de tarjetas de presentación. Pero muchos se fueron de vacío. Y eso que en Aragón, ayer, había mucho territorio con dinero por recorrer.

EN SODETO

Las botellas de cava se abrían una detrás de otra. Las bocinas de los coches no paraban de sonar. Y la alegría y las lágrimas corrían por entre los rostros de quienes se iban acercando a la localidad. Era la emoción y el no saber qué hacer contando tanto cero. Jóvenes y jubilados, todos agricultores en su mayoría, estallaron ayer de júbilo en este pueblo de colonización. Y no era para menos. Porque todos los vecinos habían comprado al menos una participación de cinco euros a la Asociación de Amas de Casa.

"Mi marido y mi hija están en el paro. Qué os puedo decir... No se puede explicar con palabras, solo que siento una alegría inmensa", contestaba a los medios la presidenta de dicha asociación, Olga Bonet.

Ella, su marido Joaquín y un pequeño grupo de asociadas se dedicaron a vender los boletos de los 20 talonarios casa por casa, tanto en su pueblo como en los más cercanos. Los vendían a seis euros para quedarse un euro como donativo con el que poder llevar a cabo una agenda de actividades.

"La asociación se ha quedado con cuatro papeletas", explicaba Carmen Nogués. Todo lo demás estaba vendido y muy repartido, sobre todo entre agricultores.

Como Borja, un joven que, muy emocionado, afirmaba que este premio se lo merecía Sodeto. "Porque somos gente buena que nos llevamos bien. Somos agricultores que estamos hipotecados con los riegos. Y esto es una salvación".

LA ALCALDESA, PREMIADA La propia alcaldesa de este municipio de unos 260 vecinos, la exdiputada Rosa Pons, se emocionaba mientras repetía: "No nos lo creemos. Es que es el primer premio. Anoche pensé que algún municipio estaría hoy contento. Y mira".

A todos les ha caído un pico. Como a Anica, una mujer rumana que trabaja de camarera en el bar y que ayer literalmente se bañó en cava. "Esto me sirve para pagar las deudas que tengo con el banco. Y, si puedo, me compraré una casa para quedarme a vivir aquí con mis hijos".

Mientras, los comentarios de los corrillos no tenían desperdicio. "Ana Rosa Quintana (de El programa de Ana Rosa, de Tele 5) me ha llamado a casa", le decía una jubilada a otra. Y esta le contestaba ufana: "Y a mí también". Y las risas se mezclaban con los abrazos. "Ya tenía ganas.... ya, de tapar el agujero", decía otro vestido elegantemente con el mono de trabajo.

EN TARDIENTA

Las mismas escenas se repetían por doquier. Empleados de banca a la caza del décimo, medios de comunicación en busca del testimonio, cava, risas, alegría desbordada....

"¿Puede alguien decirme cuánto me ha tocado?", preguntaba una vecina mientras entraba al bar Boira, arrendado recientemente por Diego. Aquí se habían vendido 200 décimos del gordo y el ambiente y las celebraciones iban in crescendo. Cada décimo había sido agraciado con 400.000 euros. Y por eso no extrañaba ver a un premiado dando vueltas por el suelo.

"Es la segunda vez que doy un premio. El primero fue en Sabiñánigo y ahora aquí", contestaba Diego, a quien todos agradecían la suerte que había llevado al pueblo y muchos desconocían que no se había quedado ni un solo boleto tocado por la suerte.

"¿Que qué voy a hacer ahora? Ahora me toca vivir!", exclamaba uno de los agraciados con un vaso de cava en una mano y la botella en la otra.

"Pues yo voy a liquidar a los jetas de los bancos", gritaba otro. "Yo me dedicaré a buscar a una novia joven", apuntillaba el tercero. Y las risas volvían a envolver al grupo.

Ángel mostraba su orgullo porque había comprado un décimo y lo había repartido entre sus nueve hijos. "Nunca me había tocado nada y mira ahora", exclamaba eufórico.

Mientras, fuera se iban juntando las trabajadoras y mujeres que se iban enterado de que les había caído el Gordo. "Ya era hora de que llegase a Tardienta algo", decían madre e hija. Cada una de ellas contaba ya con 400.000 euros en su bolsillo.