"El Estatuto de Autonomía fue para mi generación más un punto de llegada que no de partida", señala el catedrático de Historia e Instituciones económicas de la Universidad de Zaragoza Eloy Fernández Clemente, fundador y director de la revista Andalán. Y es que la cultura, en sus distintas vertientes, tuvo un papel muy activo en la reivindicación del Estatuto, como explica Joaquín Carbonell, uno de los cantautores de referencia de la época: "Todos los que nos subíamos a un escenario en aquellos ardorosos años de la transición lo hacíamos con vocación política. Utilizando la palabra y nuestras melodías para cambiar las cosas. Y en esa conjunción con el público (me resulta pretencioso llamarlo pueblo) nos retroalimentamos: nuestras canciones aportaban combustible a un deseo, que se cifraba en el logro de mayor autonomía y ese manido pueblo nos empujaba para mostrarnos sus deseos. Labordeta supuso en todo ello un elemento imprescindible, casi excepcional, al inventar ese lenguaje musical, que desde entonces forma parte de nuestras señas de identidad".

IDENTIDAD Es posiblemente Labordeta, por su simbolismo aragonesista, uno de los ejemplos más claros de las intenciones de un Estatuto que dejaba perfectamente enfocados sus planteamientos culturales en su primer artículo, en el se habla de Aragón como una comunidad con identidad histórica. "Este enunciado, se quiera o no, marcará el desarrollo de la cultura oficial, haciendo hincapié más en lo histórico, identitario y patrimonial que, por ejemplo, en la cultura o arte contemporáneos", recalca la crítica de arte Chus Tudelilla.

Un contexto en el que debe incluso situarse la apuesta desde el principio por la figura de Pablo Serrano, al que se acoge como signo de identidad cultural aragonesa: "Con Pablo Serrano, el personaje se impone a su obra; interesa él, pero no abordar su obra con conciencia crítica, sino que lo que importa es resaltar lo que él representa como artista aragonés con sus matices personales y políticos", apunta Tudelilla.

De esta forma, y aunque van creándose leyes de museos, bibliotecas, incluso una Ley de Lenguas, es la Ley de Patrimonio la que realmente se desarrolla; mientras que las demás se aprueban, pero su desarrollo es escaso y todavía hoy están pendientes de su adaptación a las nuevas realidades del siglo XXI.

LAGUNAS Aún así, esa Ley de Patrimonio, orientada a la conservación y difusión del pasado histórico --y que ha permitido recuperar desde La Seo de Zaragoza a la Aljafería, pero también numerosos monumentos en los pueblos o excavar yacimientos---, tiene algunos peros, pues como apunta el arqueólogo Manuel Martín Bueno "no va en paralelo a las leyes de patrimonio del resto del Estado y es más bien una ley de bienes culturales en la que entran el patrimonio inmaterial y otras cuestiones difíciles de proteger". En este sentido, el catedrático apunta como una de las carencias "establecer criterios de prioridad con planes generales de actuación y definir la relación en este sentido entre los bienes públicos y los eclesiásticos, que a veces priman en detrimento de los primeros". Eso sí, reconoce que "en estos 30 años, lo positivo es que la gente se ha concienciado de que su patrimonio es importante".

DESCENTRALIZACIÓN A pesar de este rasgo historicista --que lleva a incluir, por ejemplo, una mención al Patronato del Archivo de la Corona de Aragón (que ni está en territorio aragonés, ni pertenece solo a Aragón)--, el Estatuto recoge que el Ejecutivo debe impulsar la creación artística, si bien este avance hacia el futuro se logra, sobre todo, con la descentralización de competencias hacia ayuntamientos, diputaciones provinciales y, ahora, las comarcas. Este aspecto que el Estatuto se exige en cuanto a la defensa y la conciencia de la diversidad territorial, permitió que esas otras instituciones desarrollaran programas propios, en base a sus peculiaridades. Se han creado así proyectos como el de Arte y Naturaleza en Huesca, integrado en el CDAN, o Dinópolis en Teruel, pero también numerosos museos locales con una función ligada al turismo que, por otro lado, quizá hayan difuminado los esfuerzos de hacer un gran centro de referencia en la capital como existe en otras comunidades.

PIONEROS EN FESTIVALES Esta descentralización ha permitido también que Aragón haya sido una comunidad pionera en la creación de redes de circuitos artísticos, festivales, ferias y se haya creado una red de infraestructuras de primerísimo nivel. Eso sí, a veces esas posibilidades saturaron el panorama con 30 o 40 festivales. Sin embargo, los artistas entienden que el paso fue decisivo en el apoyo de la creación: "Todo esto ha permitido aproximar la cultura aragonesa al ciudadano y se ha producido una modernización de la sociedad, pues antes siempre veías las mismas caras en los museos, en los conciertos... La cultura ha ejercido una acción social en ese aspecto y aun con disfunciones, Aragón ha entrado en el planeta Tierra", dice el músico y profesor Gabriel Sopeña.

Y el gerente del Patronato de Artes Escénicas del Ayuntamiento de Zaragoza, Rafael Campos, recalca que los circuitos, nuevas infraestructuras y las distintas modalidades de apoyo desde las administraciones, "han permitido trabajar a los artistas y han potenciado un espacio cultural propio que ha creado conciencia de territorio".