El río Seco, que habitualmente hace honor a su nombre, protagonizó el sábado en su confluencia con el Martín, cerca de Oliete, una crecida que no volverá a producirse hasta dentro de 500 años. Esa es la estadística que maneja la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y que da idea de la magnitud de la riada. Mientras los técnicos seguían evaluando ayer el episodio, fuentes del organismo de cuenca explicaron que, "según los análisis pluviométricos, hidrológicos e hidráulicos realizados", se estima que el caudal que presentó el río se situó en torno a los "120 o 140 metros cúbicos por segundo, lo que correspondería a un evento de más de 500 años de periodo de retorno".

La cifra no es más concreta, porque, como explicaron las mismas fuentes, "en el río Seco, donde los caudales son habitualmente muy bajos, no existe constancia de eventos similares previos que constituyan una referencia para estimar el caudal correspondiente al nivel registrado". Un nivel que en la zona superó los 3 metros. La inexistencia de una estación de aforo en el río Cantalera o Armillas en La Hoz de la Vieja, otra de las localidades que sufrieron más las consecuencias de la tormenta, hace que también resulte difícil ilustrar con números el volumen de agua que anegó 50 viviendas en el casco urbano de este municipio turolense.

Sí la hay aguas abajo, en el río Martín, en Híjar, donde se llegaron a registrar 158 metros cúbicos por segundo de caudal máximo (2,6 metros de nivel). Es un episodio superior al del 24 de agosto del 2002, el último acontecido en este cauce, en que se alcanzaron 126 metros cúbicos. Ambas mediciones se sitúan por debajo de la registrada, con métodos más rudimentarios y por ello menos rigurosos, el 1 de junio de 1945. Se estima que entonces se rondaron nada menos que los 600 metros cúbicos por segundo.

Tanto en La Hoz como en Oliete, los vecinos son unánimes a la hora de calificar de histórica la crecida en unos cauces habitualmente secos. En ambos pueblos, la fuerza y el volumen del agua se llevaron varias pasarelas. Por fortuna, el puente de seis arcos rebajados del que presume Oliete aguantó la embestida del caudal. Su alcalde, Ramiro Alfonso, recuerda que la infraestructura se construyó en los años 30, "después de que confluyesen el río Seco y el agua sobrante del embalse de Cueva Foradada".