La vida de Amelia Nerín dio un vuelco en el 2007. "Me comunicaron la mala noticia y en quince días me operaron. Fue todo muy rápido". Aquel día estaba con su madre en la consulta del médico y asegura que su mente "se puso en lo peor" inmediatamente. "Piensas que te vas a morir, en cómo se lo vas a decir a tus hijos y pasas muchos momentos de incertidumbre, pero se asume todo y la vida sigue. Mi hermana es médico y lo primero que me dijo es que me lo tomara paso a paso, un proceso tras otro", apunta.

En su día a día siempre estuvo (y está) su familia y sus hijos, a quienes contó "de forma muy natural" su cáncer de mama. "Yo no quería que fuera un drama para ellos y ahora, pese a que han pasado los años, se siguen preocupando muchísimo por mí. De hecho, van al colegio y le cuentan a la profesora y a sus compañeros que no hay que tener miedo, que todo se cura", dice.

La historia de Amelia tiene un segundo episodio crítico, ya que el cáncer reapareció en su cuerpo después de superar el primer revés. "Me empezaron a aparecer secuelas en la piel y en los huesos. De hecho, todavía noto varios bultos en mi cuerpo, pero yo solo tengo ganas de hacer cosas, practico deporte y siento vitalidad", apunta Nerín, de 48 años.