E l silencio sigue dominando en el interior de la Torre del Agua. Cascos de obra y chalecos reflectantes se agitan en la base de su estructura, por debajo del nivel de la entrada. Hasta ocho obreros trabajan afanosamente de lunes a sábado en la laboriosa tarea de reconstruir la escultura del Splash, esa espectacular gota que durante la Expo de 2008 llenó de contenido el ostentoso edificio levantado como símbolo de la muestra internacional y que luego acabó troceada en dependencias municipales.

Tres piezas ya cuelgan del techo. En el suelo, algunas más todavía embaladas con papel burbuja. El bloque más grande domina en el centro y a su alrededor, dos andamios de más de dos metros de altura desde los que los obreros aplican una masa para terminar de ensamblar la escultura: "Está montada ya en un 70%. La restauración de las juntas es lo más complejo. Hay trece capas diferentes en las cuales hay que lijar y pulir. Existen muchas juntas y eso es lo más complicado y lo más lento. Sobre todo por los tiempos de secado. Son secados al aire y tienes que ir esperando capa por capa", explicaba ayer Lorenzo Barón, director técnico de Enroque SL, empresa adjudicataria de las labores de reconstrucción y montaje del Splash.

La CAI exigió el desmantelamiento de la obra de Program Collective desarrollada por Pere Gifre para hacerse cargo de la gestión de la Torre del Agua. Para cumplir ese requisito hubo que desembolsar alrededor de 35.000 euros. Se pensó entonces en instalarla en la estación de Delicias o en el aeropuerto de Zaragoza, pero Adif lo descartó por el coste de la operación y las 135 piezas han estado almacenadas durante seis años. La protesta ciudadana a través de las redes sociales ayudó a que la escultura no cayera en el olvido. La CAI nunca asumió la gestión del edificio, que finalmente pasó a manos de Zaragoza Expo Empresarial. A cambio de salir indemne del incumplimiento, la entidad financiera se comprometió a destinar 431.360 euros a proyectos de dinamización del espacio. De esa partida ya hay que restar los 35.000 euros y los más de 122.000 euros que costará la rehabilitación, traslado y montaje del Splash.

El rompecabezas va tomando cuerpo. Un mastodonte de cinco toneladas que quedará suspendido por cerca de 2,5 kilómetros de cable de acero y que abarcará unos 35 metros de arriba a abajo. "Las juntas hay que pulirlas hasta un acabado absolutamente liso para que luego el cromado quede en condiciones y con calidad porque es un acabado en el que se notan todos los defectos. Cromar son diez minutos y acabar la pieza son muchas horas", recalcó Barón, quien compara esta tarea con la desempeñada en 2008: "Ahora es casi mejor que la otra vez porque hay menos polvo. El despiece es mayor y esto alarga el trabajo. Lo que sí varía es el tono de la escultura. Ahora le estamos dando una pintura metalizada mucho más acerada. Ha cambiado la formulación desde que se hizo el primer día en 2008 y a mi gusto queda más cromada".

¿Y qué uso se le dará al edificio? Teresa Alós, responsable de Zaragoza Expo Empresarial no soltó prenda. Habló de visitas "organizadas de alguna manera", de aprovechar alguna planta más y del mirador o restaurante como "posibilidad".