U n zumbido permanente se ha instalado en los oídos de la gente. Un incordio machacón que no permite disfrutar de la tranquilidad de esperar un rato a ver si se oye algo. Somos ruidosos y hacemos ostentación de ello. La tecnología nos ayuda. Los más jóvenes optan por recluirse en su propio ruido, el de los auriculares, mientras la ciudad se extiende por zonas conflictivas y sus vecinos tristemente se tienen que acostumbrar a esa tortura.

SINFONÍA DEL CAOS

La ley no ataja los excesos acústicos

El artista alemán Florian Tuercke buscó el arte en el ruido de Zaragoza hace solo unos meses y elaboró una composición musical en su proyecto Urban Audio, un mapa sonoro de la ciudad (urban-audio.org/zaragoza.html). Materia prima no le pudo faltar: el tráfico, las obras, las voces de los transeúntes España es el país más ruidoso de la Unión Europea, y el segundo del mundo solo por detrás de Japón, según indica la clasificación mundial de ciudades ruidosas elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Somos escandalosos y seguramente por eso mismo toleramos más las estridencias. El año pasado en Zaragoza se recibieron 1.660 quejas por exceso de ruido y solo se tramitaron 445 denuncias, menos de la mitad, pese a suponer un aumento del 21% respecto al mismo periodo del 2012. Desde hace unos años se ha intentado atajar este problema que afecta al descanso de las personas, provoca irritación y no pocos enfrentamientos entre vecinos. La DGA elaboró la Ley 7/2010 de Protección contra la contaminación acústica del Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento elaboró un plan de acción contra el ruido para el periodo 2010-2015. Sus objetivos eran reducir el impacto acústico, evitar la aparición de nuevas situaciones conflictivas y conservar las zonas tranquilas.

VIVIR ENCIMADELAMARCHA

Zonas saturadas y horarios de cierre

El bullicio de los bares siempre ha sido uno de los grandes caballos de batalla de los vecinos, que han visto sacrificado su descanso en beneficio del ocio nocturno de los demás. Paradigmática resultó durante años la lucha de los vecinos de Moncasi, El Rollo, otrora templo del jaleo y la diversión en el que se podía hacer de todo menos dormir. Ahora, pese a que sigue habiendo bares, no es ni sombra de lo que fue. Los vecinos lograron en el 2007 una sentencia de un juzgado de Zaragoza que obligaba a indemnizar a 55 de ellos con cerca de 480.000 euros por el tormento causado, pero luego esa resolución fue anulada por el Tribunal Superior de Justicia de Aragón. Estas molestias se han trasladado a otros puntos como el Casco y la Magdalena. Y en los últimos tiempos han aparecido nuevos fenómenos como la prohibición de fumar en los recintos cerrados, que empuja a muchos fumadores a estar en la calle, o la moda de las charangas, que cada fin de semana recorren el centro de la ciudad celebrando despedidas de soltero. La inminente adaptación de la ordenanza de los horarios ya ha puesto en pie de guardia a las asociaciones de vecinos.

MOVILIDAD Y RUIDO

El tráfico sigue generando molestias

No se les ha olvidado a los vecinos de Fernando el Católico las largas noches sin pegar ojo por las obras, primero del tranvía, y luego de la estación de Cercanías de la avenida Goya. «Fue una temporada horrorosa. Trabajaban por la noche y hubo muchas quejas porque el ruido era insoportable », recuerda Javier Pérez, de la Asociación de Vecinos de Fernando el Católico. El tranvía ha expulsado a muchos coches del centro. Menos contaminación y ruido, pero también menos negocio: «Ha sido la puntilla para muchos negocios», se queja. Aun así, el paso continuo de vehículos por determinadas tapas de alcantarilla sueltas parece una tortura china. «Llamas para que arreglen una y entonces se estropea la de más allá», se resigna Pérez. También estropea el sueño el camión de la basura. Y en otras zonas de la ciudad, determinadas paradas finales de autobús están generando muchas quejas entre los vecinos. No todos los conductores permanecen en la parada con el motor apagado.

PARQUE GOYA Y LA A23

Pantallas para acallar el tráfico rodado

Zaragoza se ha ido extendiendo hacia zonas poco propicias para encontrar el descanso. A las acostumbradas zonas con problemas como Casetas, Avenida Cataluña y Santa Isabel, se han unido barrios de nueva planta, como el formado por las dos fases de Parque Goya, que han crecido a ambos lados del comienzo de la autovía A23 y pegado a la Ronda Norte. «El barrio se proyectó con el compromiso de proteger el perímetro con unas barreras de sonido. Luego se eliminaron por obras en la Ronda Norte. Pedimos que se volvieran a colocar sobre todo por las molestias que ocasionaba al colegio más cercano », recuerda Jesús Trasobares, miembro de la Asociación de Vecinos Parque Goya. «Te acabas acostumbrando al paso de los coches. También depende de los días. En verano que tienes todo abierto sí se nota bastante», reconoce. Además del centro educativo, un tipo de edificio al que la norma contra el ruido le otorga especial protección, las viviendas más afectadas son unos adosados que carecen de protección frente a los ruidos del tránsito. «Conseguimos que vinieran a medir los niveles de ruido y se han ido instalando varias pantallas más, pero Fomento no quiere terminar de ubicar las que faltan », denuncia Trasobares. En el tramo hasta la rotonda de la MAZ la velocidad máxima permitida es de 80 kilómetros por hora, aunque pocos la cumplen. Otras zonas residenciales muy próximas a corredores de tráfico son Las Fuentes, con la Z30, y Parque Venecia, donde se levantó un muro con el que ahogar el ruido de los coches.

HAY UN F18 EN MI SALÓN

Barrios del sur en el corredor aéreo

Los vecinos de Valdespartera, Arcosur, Montecanal y Rosales del Canal ya sabían las consecuencias de irse a vivir a una zona tan próxima al aeropuerto. Lo que no podían imaginar era la cantidad de aviones militares que tendrían que soportar al cabo del día, muchos de ellos a horas intempestivas. «Lo peor es que no sabes a qué se dedican saliendo a volar por la noche. Entre las 23.00 y las 00.00 horas pasan muchos cazas. A veces incluso a la una de la madrugada», se queja Rubén, vecino de Montecanal. Su amiga Pilar vive en Arcosur y cuando se asoma a la terraza distingue perfectamente de qué compañía aérea es cada avión comercial. «Los aviones de pasajeros apenas molestan. Los que asustan de veras son los militares, que parece que se te meten en el salón del estruendo que generan », comenta. Hubo quien quiso vender los llamados aterrizajes verdes como la solución para acabar con los ruidos nocturnos, pero esta medida consiste en un descenso continuo de los aparatos con los motores al ralentí solo hasta la fase de aproximación final (a unas 10 millas del aeropuerto), por lo que únicamente resulta útil para el propósito de ahorrar combustible. Y encima, los cazas militares no la cumplen.