Los resultados electorales han dejado un panorama difícilmente gobernable con un Congreso de los Diputados dividido por la mitad entre la izquierda y la derecha, lo que confirma la extraordinaria importancia que este eje sigue teniendo en la política española. En el conjunto de la izquierda la hegemonía del PSOE, que lleva siendo cuestionada desde las pasadas elecciones europeas, se encuentra hoy más en entredicho que nunca. El peor resultado de la historia del PSOE debe ser analizado en prospectiva, teniendo en cuenta el papel que los jóvenes y las grandes ciudades han tenido en las últimas convocatorias y el que puede seguir teniendo en las próximas.

En este contexto recomponer las relaciones entre el conjunto de las fuerzas de izquierda poniendo delante lo que une sobre lo que separa puede suponer una oportunidad no solo para intentar conformar un gobierno de izquierdas, sino también para avanzar en la resolución de algunos de los problemas que la Transición dejó pendientes, como el modelo territorial del Estado o el sistema electoral. Estas eran elecciones de transición en las que se jugaba la configuración de un nuevo mapa con nuevos actores, cuyo rol ha de acabar de perfilarse. El panorama resultante hace que el diálogo sea imprescindible. Tanto si es posible alcanzar un acuerdo a varias bandas como si es necesario convocar nuevas elecciones en unos meses, las actitudes que unos y otros exhiban van a tener una extraordinaria importancia, ya que la forma como se plantee el diálogo y cómo se trabaje para conseguir acuerdos puede ser más importante que su consecución. En este escenario, el PSOE, como partido mayoritario --aún-- de la izquierda, tiene la obligación de intentar articular un acuerdo entre las fuerzas progresistas, tendiendo puentes desde la humildad. Cualquier otra opción sería el fin.