Ya he escrito que con el resultado del 20-D no hay gobierno de derechas posible. Son solo 163 escaños. Y el de izquierdas es aún más difícil porque son 161. Aunque aritméticamente podría salir sumando los nueve diputados de ERC y los ocho de CDC. Sería un disparate. Toda la izquierda (salvo CDC y con programas incompatibles) contra la derecha unida. No es lo razonable para salir de la crisis ni regenerar la política. Máxime cuando el PP es el primer partido, tiene mayoría absoluta en el Senado y habrá que componer con él para muchas reformas. Además, es imposible porque el PSOE no abandonará el felipismo ideológico, su marca desde 1977.
Por eso, un pacto de centroizquierda (PSOE y Ciudadanos), abierto a grupos de centro como el PNV y de izquierda realista, era razonable. O eso, o un intento de gran coalición a la que Pedro Sánchez se negó desde el primer día y que el PP, tan adicto al ordeno y mando, propuso solo con la boca pequeña. Metiendo a Ciudadanos para evitar un pacto paritario con el PSOE como el de Merkel en Alemania.
O nuevas elecciones, claro, lo que en un momento delicado debilitaría la confianza en España. En Europa no se acostumbra a resolver la pluralidad repitiendo elecciones tras seis meses de un Gobierno en funciones.
En 30 días, el PSOE y Ciudadanos han alcanzado un consenso, un compromiso solvente entre el liberalismo centrista y la socialdemocracia pragmática. La única receta no conservadora capaz de navegar en una Europa en la que dominan la gran coalición Merkel-SPD, el socialismo revisionista de Hollande y el pragmatismo a la italiana de Mateo Renzi.
Claro que se puede escupir a la realidad y llamar a la rebelión --como Tsipras en Grecia--, pero el resultado es digerir el escupitajo, dañar el prestigio del país y vivir todavía peor. Leer y analizar 66 páginas en tres horas no es fácil. Pero la parte económica del pacto (impuestos, modelo productivo, mercado laboral) me parece una realista y trabajada síntesis. Lo de la reforma constitucional es menos sólido y no atiende el problema específico de Cataluña. Que el 47,8% de los catalanes haya votado a partidos que quieren irse de España no debería ser ignorado. Por el contrario, en regeneración democrática hay ideas interesantes. Claro que se puede pedir más. Siempre me extraña que la progresividad del IRPF solo llegue a los 60.000 euros. ¿El tipo debe ser el mismo para quien gane 60.000 que 400.000?
Pero hay realismo y voluntad de consenso. Además, no se trata de ganar el premio Nobel, sino de superar la fuerte crisis económica, política y moral, mayor que la de otros países también zarandeados (nadie sale intacto de la peor crisis del capitalismo desde 1929). Y Sánchez y Rivera apuntan a lo posible aquí y ahora con los resultados del 20-D. Pero en el subconsciente español hay huellas de cruzadas. Así, Rajoy califica de irrelevante a una meritoria tentativa de superar el bloqueo que admitió al no aceptar el encargo del Rey. Y a Podemos e IU les parece poco.
Creen que el centroizquierda es una traición en un país en el que la derecha --a la derecha de la media europea-- acaba de ganar las elecciones. ¡Que Dios les conserve la vista! Sánchez y Rivera han trabajado bien, pero se pueden encontrar con 130 votos (o 140) y estrellarse ante la conjunción de los 123 de la derecha, los 17 independentistas y los 65-70 de la izquierda. Lo curioso es que la marca Iglesias se construyó predicando que PP y PSOE son lo mismo, el PPSOE. Está claro que Podemos y el PP son distintos, pero ahora aseguran --no lo acabo de creer-- que votarán igual.
¿Qué les une? ¿El no a los compromisos? ¿La voluntad de controlar el CNI?