La triangulación ha sido de siempre una arrojadiza arma política. Cójase un elemento o partido que en el imaginario colectivo tenga connotaciones negativas y si alguien emite el mismo voto que estos se convierte, automáticamente, en igual de nocivo. El pacto entre el PSOE y Ciudadanos ha provocado una oleada de triangulaciones. La primera, con Podemos, por parte del PSOE, que lo acusó de ponerse del lado del PP. Albert Rivera hizo ayer lo propio dirigiéndose a los populares con el fin de tenderles la mano al tiempo que les presionaba. El sujeto nocivo es, obviamente, el independentismo catalán, no en vano pretende "romper España". El líder de Ciudadanos reprochó al presidente del Gobierno en funciones que se alinee en el bloqueo a la investidura de Pedro Sánchez con la fuerza morada y los secesionistas.

"Este sería --desarrolló Rivera-- un Ejecutivo constitucionalista, que apuesta por la unión de los españoles, con un modelo económico basado en la prosperidad y sin subir los impuestos y claramente dirigido a trabajar con Europa". Es decir, el abecé de la doctrina de los populares. Por todo ello, Rivera pidió a Mariano Rajoy que deje de esconderse y salte a la arena a "trabajar por España".

ELECTORADO 'PRESTADO'

El machaqueo de Rivera insistiendo en tender la mano al PP, a sabiendas de que de ninguna forma apoyará a Sánchez, no se debe tanto a ingenuidad que le lleve a pensar que al final será capaz de convencerle, sino a un intento de demostrar al electorado de derechas que tiene prestado y que viene, precisamente, de las filas populares que él no da la espalda ni maltrata a los conservadores, aunque no haya pactado con ellos.

Además, solo esa insistencia en que es un pacto pensado desde el centro (mientras que Sánchez recalca que es prácticamente de izquierdas) para no dejar en el desierto a la derecha puede ayudarle a limar las asperezas con sus seguidores más conservadores, a los que les cuesta digerir que haya puesto su rúbrica en un acuerdo con los socialistas y, es más, vaya a votar sí en la investidura de Sánchez.

HUELLA NARANJA

Sin embargo, el equipo de Rivera cree que ese es un mal menor; que el pacto finalmente logrado tiene una "huella naranja" importante que pone a Ciudadanos en el foco político después de haber logrado 40 escaños (mucho para un debutante, poco para un partido que llegó a soñar con ser segundo en las generales) y que, en estos tiempos, resulta imposible hacer una alianza con un PP "manchado" de corrupción por los cuatro costados y con un líder que ni siquiera en el momento en que debía estar luchando por la reelección es capaz de mostrarse activo y de limpiar con firmeza su propia casa.

Rivera, recordó el peso que los populares tienen en las dos cámaras legislativas españolas. "Sin ellos no es posible la reforma constitucional", sostuvo el líder de Ciudadanos en una comparecencia ante la prensa después del consejo general de su partido.

Y a la hora de centrar esfuerzos en conseguir que o bien el propio PP o bien Podemos permitan con su abstención la investidura de Pedro Sánchez, Rivera lo tiene claro. No solo por su número de escaños, sino porque, por ejemplo "el PP está en el pacto contra el terrorismo y el yihadismo y Podemos, no". "Es normal --siguió-- que en los grandes pactos de Estado el partido de derechas, el de centro (se entiende que Ciudadanos) y el de izquierda (el PSOE) lleguen a acuerdos".