Ya se ha visto. 113 días después, nadie es sensible. Todos se han ido acostumbrando. Los trabajadores, a cobrar menos. La empresa, a soportar una época de crisis. El ayuntamiento, a ahorrar y aguantar un desgaste político. Y los usuarios, a vivir con otros hábitos. Es la triste realidad de un conflicto que lleva días en un callejón sin salida porque así lo han encaminado sus protagonistas. Dos posturas muy duras, las de empresa (una multinacional mexicana que no ha tenido ni la delicadeza de despedir al directivo agresor) y comité (dirigido por un sólido CUT); la de Manuel Ramo y la de Javier Anadón. Con ellos de interlocutores poco se va a avanzar porque son viejos estrategas que conocen mucho y se conocen más. El Ayuntamiento de Zaragoza debería exigir otros negociadores. Pero se ve que es tarea inútil. Hace falta también otra forma de mediar. Al equipo de Pedro Santisteve le viene grande el conflicto desde el primer día. Le falta la contundencia de las partes y mentalizarse de que su misión es garantizar el correcto servicio. No es normal que tras el varapalo del referéndum, el alcalde no haya dicho ni palabra. Ayer era el día para aumentar los servicios mínimos. Pero está lejos del tema. Y no es normal que los concejales Artigas y Cubero digan que hacen lo que pueden. Automáticamente habría que apartarlos y poner a otros porque no sirven. Pero tampoco quedan bien las asociaciones de vecinos. Los barrios callan. También están desaparecidos del conflicto. Están viendo el parto. Y será largo. Como el de una burra.