"Ya sé que no paráis en la recogida de datos. Ánimo. Va todo, por lo que veo, por buen camino. Seguid así. Ojalá logremos sanearlo todo. Un abrazo". Con este whatsapp enviado el 24 de octubre del 2014, a las 11.38 horas, Juan José Omella, actual arzobispo de Barcelona, se dirigía a Roberto Ignacio Ferrer, vicario judicial del Tribunal Interdiocesano de 1ª Instancia de Zaragoza. Faltaban 12 días para que este, la notaria de dicho tribunal, María del Carmen Amador, y el sacerdote y profesor del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (CRETA) Antonio Mas enviaran sus informes al papa Francisco, denunciando la forma de dirigir la diócesis que tenía Manuel Ureña. Mes y medio después, el 13 de diciembre, el arzobispo de Zaragoza era cesado.

La destitución parecía que iba a ser un bálsamo para el sector del clero que no comulgaba con el prelado defenestrado. Pero no. Su sustituto, Vicente Jiménez, despidió a la notaria y se desató una guerra entre los supuestos actores de esta trama, que de momento, se ha materializado en una denuncia innominada ante los juzgados civiles, ahora desestimada y recurrida, y otra en la Magistratura de Trabajo por despido improcedente.

En la denuncia, de cuya existencia ya informó este diario en enero y a la que ahora ha tenido acceso, hay una treintena de anexos con documentos variados, entre los que se encuentran los whatsapps, e-mails y cartas que se cruzaron los tres denunciantes --Ferrer, Amador y Mas-- con el entonces obispo de Logroño y Calahorra-La Calzada, Juan José Omella, y el jesuita y asesor del Papa, Germán Arana.

"Ok. Estoy en el Escorial con Manos Unidas. Regreso en el Ave (sic) a Zaragoza esta tarde. Allí tengo el coche para ir a Logroño (era el prelado de esa diócesis). Me puedes llamar cuando quieras. El tema es morrocotudo. Me alegra lo que estáis haciendo. Conviene hacerlo pronto. Ya comentaremos. Un abrazo", le contestaba Omella a Ferrer, el 26 de octubre del 2014, a las 10.43 horas.

Los tres yaneros, como ellos se denominan y como se conoce en la Iglesia a los partidarios de Elías Yanes --antecesor de Ureña y exsecretario (1987-1993) y presidente de la Conferencia Episcopal Española (1993 y 1999)-- se convirtieron en los primeros purgados del nuevo arzobispo de Zaragoza. María del Carmen Amador fue despedida en junio del 2015 por "faltas repetidas e injustificadas de asistencia, retraso o abandono de su puesto de trabajo", y Ferrer y Mas, disconformes con lo que consideraban una "injusticia", presentaron al arzobispo su dimisión de los cargos pastorales que ostentaban y comenzaron su particular batalla contra Vicente Jiménez; lo que algunos eclesiásticos han llegado a comparar con el pulso que 34 sacerdotes de la diócesis echaron al arzobispo Cantero Cuadrado, en plena Transición, conocido como el caso Fabara.

"Tenemos un obispo sin corazón, injusto en sus decisiones, negador de los derechos fundamentales de la persona, y acomplejado", le whatsapeaba Roberto Ferrer a Omella el 20 de junio del 2015, a raíz del despido de la notaria.

De estos documentos se infiere que, al margen de su gestión de la diócesis, Ureña tuvo tras de sí un grupo de personas que intentaron a toda costa desalojarle del palacio de la plaza la Seo. Y en este contubernio se situarían Omella --que, según dicen algunos sectores eclesiásticos, aspiraba a ese cargo--, Arana y el emérito Yanes, auxiliados por el entonces equipo rectoral del seminario; sacerdotes y laicos de la archidiócesis, como los denunciantes, y otros que ocupaban lugares estratégicos en la curia, en Roma.

Pero la colaboración parece que no se ha pagado a todos por igual. Y mientras Omella --al que gusta que le digan que es el hombre del Papa en España-- fue nombrado miembro de la Congregación para los Obispos del Vaticano --decide sobre el nombramiento de los prelados en todo el mundo-- y después arzobispo de Barcelona, Ferrer y Mas están fuera de las labores pastorales por decisión propia y volcados en salvar el honor de su amiga Mari Carmen Amador, quien en una carta dirigida a Omella le recrimina no haberla defendido ante el actual arzobispo zaragozano para evitar su despido.

"No solo me rompéis a mí la vida por buscar vuestros propios intereses, porque de verdad que creo que todo podría haber salido de otra forma si hubieseis hablado con D. Vicente, porque vosotros preparasteis todo (me refiero al padre Arana y a usted) sino que también tiráis por la borda mis estudios y el esfuerzo de mi familia por dármelos y el disgusto de que un día les dijera que iba a trabajar en la Iglesia".

Omella le contesta: "Animé siempre a Roberto (Ferrer) a ir a juicio por despido del trabajo. Me dijo que así lo habíais hecho. Lo que le pedí siempre fue que no se mezclase el despido con el tema de D. Manuel Ureña. Eso era otro tema y... muy delicado, por eso se hizo todo de manera discreta, por no decir secreta".

"... Lo dejo todo en manos de Dios porque a mí no me alcanza para comprenderlo, pero por favor: no sigáis haciendo tanto daño a las personas... No pido nada, mas que de todo esto se aprenda a no tratar a las personas usándolas y deshechándolas (sic) como trapos", le insiste Amador a Omella.

Los denunciantes llegaron a pedirle una audiencia con el Papa y aquel incluso se comprometió a buscar un trabajo a Amador, aunque esta lo rechazó.