Pese a que el deseo del PP era hacer una campaña «en positivo» y alejada de la refriega diaria, el equipo de Mariano Rajoy ha asumido que la recta final estará marcada por el Fernándezgate, el escándalo de las grabaciones al ministro y el jefe de la Oficina Antifrau. Una vez que el presidente decidió no entregar la cabeza del titular del Interior, la estrategia conservadora ha consistido en relativizar el asunto y poner el foco en que las escuchas buscan perjudicar al PP en las urnas. Aunque, según la tesis difundida, no surtirá efecto.

Asimismo, los populares pusieron ayer en marcha su maquinaria a trabajar para que cale la idea de que la oposición, que reclama el cese de Jorge Fernández Díaz, con sus críticas solo da pábulo a los que buscan la ruptura de España; y supuestamente están aprovechando la guerra sucia para acelerar el proceso, debilitando al PP. En un documento interno que el partido envió a sus cargos, y al que ha tenido acceso este diario, se afirma que «la izquierda está haciendo el juego a los independentistas» y se denuncia el uso de «métodos mafiosos», en referencia a las grabaciones ilegales.

BROMA SOBERANISTA

En cuanto a Rajoy, avisó de que la investigación interna para determinar quién grabó dará sus frutos, tachó de «broma» que los soberanistas acusen al gobierno de «conspirar» y propagó la idea de que esta «historia» no va a producir «ningún efecto» en lso votantes del 26-J. Su equipo de campaña dice estar convencido de que el escándalo, al no estar relacionado con un nuevo caso de corrupción, sino con la presunta búsqueda por parte del Gobierno de fraude en los partidos que promueven la independencia de Cataluña, no espanta a los votantes conservadores.

Sin embargo, el PP trataba de crecer a costa de C’s -y en menor medida del PSOE-, con apelaciones constantes a «concentrar el voto» en la única fuerza que puede frenar a Podemos. Los conservadores continuaron de hecho ayer con esta estrategia, difundiendo un nuevo vídeo en el que piden directamente el apoyo a Albert Rivera. Ahora falta por ver si el Fernándezgate realmente no frustra su estrategia de captar apoyos «moderados».

El presidente se revolvió además contra Pablo Iglesias por dudar «de la limpieza de las elecciones», después de que el dirigente morado mostrara su preocupación por el desarrollo electoral si Fernández Díaz continúa de ministro responsable del escrutinio. Rajoy rompió su costumbre de no citar a sus adversarios en los mítines y en un acto en Sevilla espetó a su adversario de que «España no es Venezuela», sino una «democracia donde los comicios los gana el que quiere la gente».