Los familiares de Ana María Suárez, la aragonesa de 67 años que ayer murió en un hospital de Tarragona tras ser arrollada al comienzo de la madrugada en el paseo Marítimo de Cambrils, tenían problemas para asimilar lo sucedido. Además, tanto el marido como una cuñada de la víctima mortal están heridos.

«Te vas con la intención de disfrutar de unas vacaciones y te encuentras con esto», resumió Encarna, otra cuñada de la víctima, que ayer se desplazó a Tarragona desde Zaragoza en cuanto supo que los heridos en la localidad de la Costa Dorada eran familiares suyos. «La verdad es que estamos muy afectados y que, al mismo tiempo, sentimos mucha impotencia».

«Cuando fueron atropellados, iban paseando Ana María, su marido Roque Oriol y su cuñada Alicia», explicó Encarna. «Acababan de cenar fuera del apartamento y estaban por el paseo Marítimo», continuó. El motivo de la salida era el cumpleaños del marido y, tras la cena con un grupo de familiares y amigos, se mezclaron con centenares de personas que disfrutaban de una vuelta nocturna por la zona del puerto.

Pero el vehículo en el que viajaban los cinco terroristas, cuatro de los cuales serían abatidos poco después, se cruzó en su camino a las 00.50 horas y ocurrió la tragedia. «Ana María debió de recibir un fuerte impacto en la cabeza porque, de hecho, ha fallecido de un traumatismo craneoencefálico», relató su cuñada.

Se difundió inicialmente que había sido acuchillada, pero todo apunta a que fue embestida por el turismo, un Audi A3 de color negro que irrumpió en la zona peatonal tras saltarse un control policial. Entre sus ocupantes figuraba, al parecer, el joven que, horas antes, en Barcelona, había segado la vida de 13 personas y herido a un centenar con una furgoneta.

El marido de la víctima mortal aragonesa, un hostelero ya jubilado, sufrió varios traumatismos, indicó Encarna. Se encuentra ingresado en el hospital Juan XXIII de Tarragona y, según los médicos, «existen esperanzas de que se recupere». De momento, se encuentra sedado y sus familiares no saben cómo reaccionará cuando se entere del fatal desenlace. Al cierre de esta edición, evolucionaba favorablemente.

En cuanto a Alicia, hermana de este último, presenta varios golpes en la cadera y se halla igualmente ingresada en otro centro sanitario de Tarragona, el hospital Santa Tecla. «Todos los familiares hemos venido aquí y estamos tristes», agregó Encarna. «No sabemos cómo asimilará Roque este trago y esto nos preocupa mucho», reconoció.

«Casi no me lo creo», subrayó ayer Domingo Gimeno, primo de Roque, que se halla pasando las vacaciones en Salou. «Ana ha tenido una muerte que no se merecía, pues era una excelente persona», manifestó en declaraciones a Aragón Televisión.

«Lo importante es que no ocurran más casos así porque son muertes inútiles, quitan la vida a gente que no tiene nada que ver».

El matrimonio, que no tiene hijos, vive en el zaragozano barrio de Jesús, si bien posee muchos vínculos con Morata de Jalón, de donde es el esposo. En esta población son muy conocidos y la noticia de la muerte de Ana María causó conmoción. De hecho, en el ayuntamiento se colocaron las banderas a media asta en señal de duelo. «Esperamos que Roque se ponga bien», declaró Antonio Maestro, exconcejal y vecino de la localidad.

ESTUPOR

Al estar jubilados, Ana María y Roque se desplazaban con frecuencia a Cambrils, donde poseen un apartamento que adquirieron hace varios años. En realidad, el marido había cumplido años el miércoles 16 de agosto, pero al celebrarse esa noche la Supercopa, los restaurantes estaban llenos de aficionados al fútbol y decidieron posponer la celebración hasta el día siguiente, con lo que coincidió fatídicamente con el doble atentado de Barcelona y Cambrils.

La absurda muerte de Ana María aumentó el estupor con el que la numerosa colonia aragonesa de la Costa Dorada vivió el jueves el doble atentado. «Nos enteramos por la tele y cerramos las puertas y las ventanas de inmediato porque teníamos miedo», afirmó Eugenio Cabello, que estaba con su esposa en un apartamento de la avenida de Juan XXIII, «en la zona por la que huyó el terrorista que no murió en el primer tiroteo».

Juan, otro aragonés con apartamento en Cambrils, se asomó a la terraza, extrañado, cuando oyó sobrevolar un helicóptero. «Llevaba un gran foco iluminado con el que buscaba al terrorista que había huido», relató. Otro zaragozano, Ignacio Lasheras, estaba cenando en el paseo marítimo y, al oír unas detonaciones, pensó que eran petardos. Sin embargo, cuando le obligaron a permanecer en el local una hora, se dio cuenta de que estaba pasando algo muy grave.