No está claro que entre Aragón y Cataluña exista una frontera nueva desde el pasado viernes. Pero mientras en los parlamentos y los despachos tratan de poner fin al conflicto territorial, los vecinos que comparten lengua en las dos comunidades mantienen unas rutinas en las que poco a poco se cuela la incertidumbre y la preocupación.

En las panaderías, en los centros de saludo o en los talleres las conversaciones terminan inevitablemente derivando al mismo tema. «Nadie pensaba que al final iban a llegar tan lejos», asegura la dependienta de la farmacia de Altorricón, Nuria Malagón. Se refiere a la declaración de independencia de Cataluña, algo que le afecta muy de cerca. «Soy una catalana que vive en Aragón», indica.

La jornada de ayer recibió a menos clientes de los habituales. Es fin de mes y eso siempre se nota. La misma sensación se encontró Tamara Tena, camarera en uno de los restaurantes de Torrente de Cinca. «La gente va y viene, cada uno con su opinión. No creo que esto nos haga cambiar las costumbres», vaticinó.

Los animales también se ven afectados por la falta de certezas. Gran parte de las empresas integradoras que aseguran los suministros ganaderos se sitúan en el lado catalán de la frontera. «Según el carácter de cada uno se lleva con más realismo o con menos», indica Laura González desde una explotación avícola de Altorricón. «Todavía no hay sensación de miedo, pero estamos a la expectativa», indica.

Frente a la calma y la confianza de una resolución tranquila de la mayoría no faltan quienes piden contundencia. «Van a destruir algo que hemos hecho entre todos», lamentó José Luis Millanes, responsable de un taller en Torrente. «Tenemos Lérida a solo 20 minutos gracias a una autovía estupenda, no me gustaría perder todo eso», indicó.

En su caso, los lazos entre Aragón y Cataluña son intensos. Además de los familiares, indica que la mayoría de sus proveedores se encuentran en Lérida. Y destaca que su principal cliente es una empresa de Almacellas. «Tienen un gran número de instalaciones en varios pueblos de las dos comunidades», resumió.

El turismo por ahora no se ha visto afectado. El pantano de Mequinenza sigue atrayendo a pescadores y deportistas. «Estamos tranquilos, pero ha pasado poco tiempo para poder hacer valoraciones», indica el propietario de la pensión Matarraña, en Fayón.

La clase política lo tiene más claro. «Que se vuelva a la legalidad cuanto antes». El alcalde de Fraga, Miguel Luis Lapeña, indicó que la mayor preocupación entre los vecinos está relacionada con los vínculos sociales y el uso de los servicios sanitarios. Además, recordó que los estudiantes aragoneses en la Universidad de Lérida ya se han visto afectados por las jornadas de huelga de las últimas semanas, algo que espera que no se repita ahora.

Por su parte, el regidor de Binéfar, Alfonso Adán, señaló que algunos proveedores catalanes han mandado cartas a la localidad para mantener la normalidad en las relaciones comerciales. «No deberíamos hablar de fronteras porque todos vamos a seguir siendo vecinos», indicó.

Por el momento las dudas persisten y los coches, los camiones y los autobuses van de una lado a otro. Solo una señal verde marca las divisiones.