El proyecto de construcción del macrocomplejo de BonÀrea en Épila, junto a la autovía de Madrid (A-2) está en sus comienzos, dado que hasta el 2029 no estará totalmente terminado. Y, sin embargo, los efectos de este futuro gran matadero industrial ya se empiezan a dejar sentir en la comarca de Valdejalón, que cuenta con una población de más de 5.000 habitantes.

De momento, el impacto es reducido, apenas visible salvo en el sector de la hostelería y en el de alquiler de viviendas. En las obras de explanación del terreno donde se construirá el centro logístico de BonÁrea trabajan en la actualidad más de medio centenar de personas, en su mayoría de nacionalidad española, aunque también figuran extranjeros. Y casi todos ellos han buscando alojamiento en Épila y sus alrededores.

«En estos momentos tenemos alojados aquí a 30 trabajadores de las obras, pero ha habido momentos en que había 40», explica Jesús María Sahún, responsable del hotel y restaurante Asador Carrasco, situado en la carretera de entrada a Épila por la autonómica A-1305, que se hizo cargo del negocio hace varios meses y ha renovado por completo las instalaciones.

«Lo normal es que estén un tiempo aquí, a pensión completa, y que luego se vayan a una vivienda de alquiler en el pueblo, pues los sueldos no son muy altos, en torno a los 1.200 euros», continúa el hostelero.

Sahún ha adaptado la oferta a este nuevo tipo de clientela. Da de comer a los trabajadores por 10 euros y les hace un precio más asequible por la habitación, de 22 a 30 euros al día. En los casos de larga estancia, el mes completo les sale por 650 euros.

«Es gente mayor, de entre 50 y 63 años, que antes de la crisis cobraba mucho más y ha tenido que adaptarse a un salario inferior», indica Sahún.

Pero al hostelero no se le escapa que estos trabajadores, que manejan enormes camiones y excavadoras que transportan tierra y piedras a lo largo de la jornada, son solo una avanzadilla, una pequeña brigada que, en cuanto termine de allanar los terrenos, se marchará y será sustituida por otros operarios, los que urbanizarán la zona. Y que estos, cumplido su objetivo, también se irán y llegarán los montadores de las naves. «Solo hay que pensar que, al final, el complejo dará trabajo a más de 4.000 personas, con lo que se avecina una revolución», señala Sahún.

«Lo que ahora vemos es solo una millonésima parte de lo que habrá cuando el macrocomplejo esté acabado dentro de 10 años», reconoce Jesús Bazán, alcalde de Épila. Antes de esa fase final, en el 2021, precisa el regidor, estarán operativas las naves de logística.

«El cambio va a ser gradual y va a dar tiempo a que Épila se prepare bien para acoger a los que se instalen aquí», asegura Bazán. «Será necesario crear servicios y potenciar otros que ya tenemos, como el colegio y el centro de salud, pero para eso necesitaremos la implicación del Gobierno de Aragón», añade.

De momento, Épila ya está reservando suelo y actualizando las ordenanzas municipales para poder construir viviendas para los trabajadores que se queden a vivir en el pueblo, dado que la mayoría de ellos es muy posible que sean de la ciudad de Zaragoza o que se afinquen en la capital aragonesa. «Ahora mismo, se está trabajando en la creación de una bolsa de viviendas de alquiler», informa.

El alcalde epilense no tiene ninguna duda de que BonÀrea «puede ser muy positivo» para la localidad y su entorno. Y no solo por los trabajadores que preferirán los pueblos de Valdejalón para vivir. Pues todo hace pensar que el sector agrícola y ganadero de la comarca, muy pujante en la actualidad, se verá todavía más impulsado por la demanda que generará la plataforma alimentaria.

El sector inmobiliario es otro indicador de que las cosas están cambiando en Épila. De momento, se está empezando a animar el sector de alquileres, pero no se aprecia un aumento de ventas vinculado al comienzo de las obras de BonÀrea, debido a que todavía se está en una fase inicial del proyecto.

«La venta y el alquiler se animarán cuando vengan los trabajadores definitivos, los que se colocarán en la empresa cuando empiece a funcionar», señala Pilar, que atiende en la agencia inmobiliaria Immoboss, situada en el centro de Épila.

En el futuro, dentro de tres o cuatro años, augura, «se notará mucho el crecimiento de la demanda». De momento, la mayoría de los que preguntan por pisos y casas son españoles, indica. En la actualidad, el precio del alquiler se sitúa entre los 350 y los 400 euros al mes, una cantidad que podría subir conforme se incremente la demanda. El problema es que el parque de viviendas en la parte más antigua de Épila presenta un problema de mantenimiento y en su mayoría las casas son bastante antiguas.

«De momento, apenas se rehabilitan viviendas, pero con el tiempo será preciso incentivar las reformas para sacarlas al mercado», asegura Pilar.