Pilar, de inmobiliaria Immoboss, situada en el centro de Épila, es una observadora en primera línea de los cambios en el mercado de la vivienda. Pero también puede apreciar el impacto social del proyecto. «Las cosas se están moviendo», afirma. «En el instituto se imparte un ciclo de industrias alimentarias para formar a los futuros trabajadores y se dan charlas en las que se explica qué tipo de tareas habrá que realizar», informa. El paro, asegura, no es un problema en Épila, que cuenta con dos polígonos industriales y un potente sector agropecuario. Aun así, dice, ha notado que los padres se alegran de que BonÀrea pueda ser un trampolín para la emancipación laboral de sus hijos. En cuanto al mercado inmobiliario, las cosas avanzan despacio. «Hasta dentro de tres o cuatro años, cuando empiecen a abrir las plantas de producción y se contrate a los trabajadores, no se espera un crecimiento fuerte de viviendas, ya sea en régimen de propiedad o en alquiler», comenta. En este campo, sin embargo, hay mucho por hacer. Basta dar una vuelta por el centro de Épila para darse cuenta de que hay muchas viviendas que necesitan una rehabilitación más o menos profunda. «Para que los propietarios de viviendas viejas se animen a rehabilitar habrá que contemplar la posibilidad de dar ayudas para incentivarles», apunta. De momento, indica Pilar, ya hay movimiento de personas, sobre todo de nacionalidad española, que se interesan por la posibilidad de afincarse en la zona, en lugares cercanos al matadero de BonÀrea, no solo en Épila, también en los pueblos de los alrededores.