Los años 80 y los 90 quedaron atrás pero el sida no. Obviamente, las cifras actuales de esta enfermedad están lejos de las que se registraban en la última década del pasado siglo, mientras que los avances en el tratamiento han permitido convertirla en una dolencia crónica. Sin embargo, tales circunstancias no deben dar pie a bajar la guardia, especialmente en lo relativo a la percepción de los menores de 30 años, un grupo que no conoció de primera mano los efectos devastadores del sida a finales del siglo XX. De los 3.244 nuevos casos de VIH detectados a lo largo del 2018 en España, un tercio fue en esta franja de edad y en Aragón supusieron el 13,1% de las 114 nuevas infecciones. En la comunidad, la edad media de las detecciones se sitúa en los 39,6 años. Más allá de los números, preocupa a los expertos que los jóvenes muestren cierto desconocimiento por esta enfermedad, máxime si se tiene en cuenta el escenario actual en lo referente a la sexualidad y las prácticas de riesgo, el primer factor de contagio.

«Lo fundamental es que no hay educación para la salud sexual en las aulas y existe un desconocimiento. Para los jóvenes, su mayor referente son las páginas porno», relata Juan Ramón Barrios, presidente de la asociación de ayuda a las personas con esta enfermedad, Omsida.

INSUFICIENTE

Al respecto, basta con observar los datos de la última encuesta nacional sobre salud sexual y anticoncepción entre los jóvenes españoles entre 16 y 25 años, elaborada por la Sociedad Española de Contracepción (SEC). En ella, el 68.5% considera que la formación que ha recibido sobre sexualidad no es suficiente (un 74,5% entre las mujeres), mientras que internet (47,8%) y los amigos (45,5%) resultan las principales fuentes de información. Este trabajo ofrece otros datos preocupantes en lo relativo a los hábitos sexuales. Mientras que el 52% se decanta por el preservativo, existe un 6,2% que no utiliza ningún método y un 23,6% reconoce no usar condones en todas las ocasiones. Además, tanto chicos como chicas priorizan la anticoncepción a la protección contra las Infecciones de Transmisión Sexual.

Sobre el nuevo escenario, Barrios observa que las relaciones cada vez empiezan antes (la media de inicio está en los 16,4 años) «y son más diversas», con nuevas opciones como aplicaciones de contactos, algo que hace que aumente el número de ITS.

«Faltan campañas de prevención dirigidas a los jóvenes. Las personas de más edad recordamos algunas muy eficaces, como el Póntelo, ponselo, pero desde entonces ha habido muy poquitas y hay que hacerlas en su lenguaje», considera el presidente de Omsida, entidad que ha podido constatar la confusión que existe sobre la enfermedad durante las formaciones que realiza a estudiantes de Enfermería. «El desconocimiento es enorme», asevera.

«Confunden mucho lo que es el VIH -el Virus de Inmunodeficiencia Humana- y el sida -la enfermedad, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida- y su progresión», como tampoco conocen, añade, «las vías de transmisión». «Algunas personas aún siguen pensando que se transmite por los besos y realmente no conocen el riesgo. Piensan que es una enfermedad del pasado y, como no sale en los medios de comunicación, creen que a ellos no les puede pasar», reflexiona.

Por ello, piensa que los jóvenes «no han tenido consciencia de la importancia que tiene la enfermedad», una dolencia que hace años era mortal y por la que hubo «un gran bombardeo mediático», pero que ahora «es crónica».

Una sensación de peligro ya mermada que «se desvanece» si hay alcohol u otras sustancias de por medio, factores de riesgo que hacen que el usuario se sienta «invulnerable» pero que, desde luego, no protegen contra el VIH.