Hasta hace pocos meses la mercería Mallafina seguía vendiendo sus productos a los vecinos de la calle Conde Aranda. Pero ahora su persiana está cerrada y su escaparate luce un cartel en el que se lee liquidación por jubilación. La tienda llevaba más de 60 años abierta y ahora se ha convertido en un símbolo de lo que está ocurriendo en la zona. Los comercios que llevan décadas atendiendo a sus clientes cada vez son más minoritarios, y como consecuencia en esta céntrica calle ya se cuentan más de una veintena de locales vacíos o en alquiler.

La tienda de ropa militar La Fama abrió en 1913; la tienda de lencería Emi, en 1939; el colmado La Española, en 1943; la agencia inmobiliaria Aranda, en 1950; la armería Liso, en 1956; el restaurante Montañés, en 1961; la joyería Palacín, en 1964; la tienda de moda Reyfi, en 1966... Así podría continuar una lista -que no sería mucho más amplia- de establecimientos que aguantan todavía hoy en Conde Aranda al tiempo y a los cambios, aunque cada vez les cueste más y cada vez tengan más competencia.

El cambio en las costumbres de los consumidores es el principal escollo que han de superar estos comercios. Y eso se traduce en dos cosas: internet y grandes superficies. Garín es otro de los establecimientos comerciales con solera en esta vía zaragozana y su responsable lo tiene claro: «Internet se ha notado mucho, ahora vamos tirando poco a poco», cuenta.

En Garín venden carritos para bebé y toda una serie de productos para recién nacidos. Abrió en el año 1942 y en la actualidad lleva 27 años el mismo local, situado en el número 45 de Conde Aranda. Su apuesta en la actualidad es el comercio de proximidad, en donde los clientes reciben «un trato personalizado y pueden tocar y probar los productos que van a comprar». «En internet solo ves una foto, aquí te podemos aconsejar -explica la responsable del negocio-. Tenemos que concienciarnos de lo importantes que son este tipo de tiendas».

El relevo generacional de estos negocios es otro de los problemas con los que se encuentran los dueños si llegan a la jubilación y no han tenido que cerrar por el escaso nivel de ventas. En La Española, un colmado tradicional, los tres hijos de la dueña se han especializado en otro tipo de labores y no seguirán con la tienda. «Mi hija es educadora social y me dice que transformará el local y se lo quedará», ríe Eva María Mañeru, dueña de la tienda.

Muchos de estos negocios tradicionales siguen viviendo del nombre y de la especialización, como la armería Liso o la tienda de ropa militar La Fama. «Seguimos aguantando porque nos conoce mucha gente. El día que la dueña se tenga que jubilar, si se sigue vendiendo será una pena que nadie pueda quedarse con el negocio, porque tenemos una cartera de clientes muy grande que nos conocen», añade.

LA VISIÓN DE LOS VECINOS

María Luisa Santa Fe es la presidenta de la Asociación de Vecinos Conde Aranda. Ella nació en el número 112 de esta misma travesía, por lo que conoce mejor que nadie cómo ha cambiado la zona. «No tiene nada que ver, ahora está mucho más arreglado», asegura, y subraya también la gran cantidad de población inmigrante que se ha establecido en la zona. «Muchas tiendas ahora son de inmigrantes, pero su derecho tienen», esgrime. Santa Fe dice echar de menos alguno de los negocios a los que ha ido toda la vida. «Ya no tenemos tintorería, pero bueno, tiendas como La Española siguen estando. Yo ya le compraba al abuelo de Eva», rememora la representante de los vecinos de la calle.

Y precisamente otra de las cosas que han cambiado en el entorno de Conde Aranda son los vecinos. En los últimos lustros se ha asentado en la calle una gran cantidad de población magreví que ha cambiado radicalmente el aspecto de los comercios de esta vía. Las carnicerías ahora son halal y muchos bazares están especializados en productos tradicionales de la cultura árabe. Llama también la atención la gran cantidad de peluquerías que hay en esta vía. En los 700 metros que tiene, se cuentan más de una decena, la mayoría regentadas por personas de origen marroquí. «A las peluquerías árabes también van muchos españoles. Les gusta mucho como cortan el pelo», explica el regente de un bazar.

Tiendas de tecnología, de accesorios para móviles, un hotel, una casa de apuestas, estancos, fruterías, tiendas de todo a cien e incluso la sede de un partido político (la del PSOE) acaban por configurar la atmósfera de una calle de las más icónicas de la capital aragonesa.

Desde la Asociación de Comerciantes de Conde Aranda-El Portillo llevan años trabajando para tratar de dinamizar la zona y convertirla en un «centro comercial al aire libre». Según deja escrito Joaquín Contamina, presidente de la organización, una de las claves para la supervicencia de los pequeños negocios es la «especialización». Además, los comerciantes han de tratar de ser «más flexibles y modificar sus horarios» para poder competir «contra las grandes superficies». Contamina destaca también la importancia de que existan comercios «que actúen como locomotora comercial».

En una memoria que puede leerse en la web de la asociación, reclaman también toda una serie de actuaciones urbanísticas y estéticas que ayuden a convertir a esta calle en un verdadero corredor comercial. Carteles anunciadores, más limpieza y sobre todo la implantación de un criterio unitario a la hora de efectuar estas actuaciones son sus principales reclamaciones. Por ahora, el futuro de Conde Aranda se debate entre la supervivencia de los comercios de toda la vida, la implantación de nuevas tiendas por parte de la población inmigrante y la conversión de la calle en la peluquería de la ciudad.