Entrar en su negocio te transporta rápidamente a Marruecos. Abderrahman Omany lleva en 20 años al frente de su establecimiento, en el que vende todo tipo de utensilios típicos de la cultura árabe. Vestidos tradicionales, alfombras, teteras y toda una serie de enseres que le compra sobre todo, la población inmigrante del barrio de San Pablo. «A la calle Conde Aranda le conocen como la avenida Marrakech -dice riéndose-. Aquí vienen marroquís no solo de Zaragoza, sino también de otras ciudades como Huesca o pueblos grandes como Ejea. Hasta de Navarra y La Rioja», explica. Omany, marroquí de nacimiento, lleva 30 años en España.

En ese momento entra a la tienda un matrimonio de octogenarios que llevan en el barrio toda la vida. Han ido a comprar una alfombra. «Ves, también vienen españoles a comprar», explica aprovechando la situación.

FUTURO ASEGURADO

A diferencia de los negocios tradicionales, las tiendas en las que compran los marroquís parecen tener el futuro algo más despejado. La clientela es fija y no solo es del barrio, por lo que es algo más sencillo sobrellevar los retos a los que se enfrenta el pequeño comercio. Según cuenta Omany, sus hijos, que en la actualidad están estudiando Bachiller, quieren quedarse con la tienda, por lo que pasarán décadas si nada lo impide hasta que cierre este local. «Aun así todavía me quedan más de 10 años para jubilarme», espeta. Él no vive en el barrio, por lo que no hace la compra diaria en la zona. «La carne la compramos en sitios de árabes porque es halal. Y para el resto vamos al supermercado. Es lo mejor», añade Omany, que resulta ser una buena muestra del cambio de esta vía.