Ian Flemming se inspiró en la vida de Fitzroy MacLean, uno de sus amigos, para crear el personaje de James Bond. Durante la guerra, Fitzroy MacLean, universitario, diplomático, nómada, explorador y agricultor, había formado parte de los comandos SAS, regimientos especializados en las operaciones clandestinas en zonas enemigas. Fitzroy MacLean falleció en su residencia de Strachur, en Escocia, a finales del siglo pasado.

La historia del agente 007 es excepcional y sus aventuras apasionaron el mundo entero: sus películas han sido vistas por millones de espectadores.

QUIÉN ES JAMES BOND

James Bond es hijo de padre escocés (Andrew Bond) y de madre suiza (Monique Delacroix). James Bond pierde a sus padres a la edad de 11 años y es criado por su tía en el condado de Kent. Cursa estudios en Eton y en la Universidad de Ginebra. Teniente de la Royal Navy Volunteers Reserves, termina la guerra con el grado de "Comandante". Poco después se integra en los servicios secretos de Su Majestad, sección 00 dirigida por "M". La licencia para matar la obtiene tras dos misiones de prueba en Nueva York y Estocolmo.

James Bond mide 1,83 m, pesa 76 kg y entre sus actividades preferidas se encuentra la lectura, siendo sus libros favoritos: "Play Back", de Raymond Chandler; "Los rudimentos del golf moderno", de Ben Hogan; "Hombres y ratas", de John Steinbeck; "Profiles of courage", de John. F. Kennedy. Su diario favorito es "The Times" y su canción favorita es "Georgia on my mind", interpretada

por Ray Charles.

En el tema de la gastronomía James Bond es un verdadero gourmet. Entre sus platos favoritos se encuentra: Caviar mezclado con yema de huevo, lenguado a la "meuniere", huevos "cocotte" con nata, rollitos de lucio, colas de langosta gratinadas, cochinillo, foie gras, y fresas con nata. Amante de los vinos y aperitivos, su preferido es el sempiterno Martini-Vodka "agitado, pero no batido".

James Bond es un gran deportista y, además en los años 60 era es miembro del Playboy Club, también un gran fumador de cigarrillos y un amante de los tabacos exóticos, pero en la actualidad ya no fuma. Su mujer ideal ha de tener los cabellos de oro, los ojos grises, los labios a pedir de boca, un cuerpo perfecto y, naturalmente, un gran sentido del humor, elegante y más bien diestra con las cartas. Su arma favorita es la Walther PPK 7.65 mm. calibre 32, y su color favorito es el azul oscuro (de hecho su smoking no es negro sino azul oscuro).

TODO LE ESTÁ PERMITIDO

James Bond, nació como el personaje típico de los años 60, lleva ese tipo de vida que en los 50 se llamaba "la dolce vita", y que significa que tienes de todo, te dan de todo, sabes hacer de todo y te permiten hacer de todo.

Le gustan las copas cargadas, mejor agitadas que removidas; adora las mujeres exóticas, tanto rubias

como morenas; hace los viajes más lujosos, y se hospeda en los hoteles más elegantes, ya sea en las Bahamas, en el sudeste asiático o en Cortina d’Ampezzo; se viste con los mejores trajes y zapatos, diseñados y confeccionados a medida en Savile Row y en Bond Street en Londres. Y, cómo no, conduce los coches más impresionantes.

Se lo permiten todo, le dejan hacer de todo y lo tiene todo, a pesar de que no es ningún jeque árabe, ni un magnate del petróleo ni un banquero, sino simplemente Bond, James Bond, un hombre normal que ha llegado muy alto. Llegar muy alto es el sueño de mucha gente en cualquier época. Pero en los optimistas años 60, era el sueño más común: la gente se alegraba sin mala conciencia ante los avances de la tecnología, que parecía prometer, día tras día, un mundo más lujoso.

Nuevas tecnologías aplicadas a las máquinas, los yates, los aviones, las motos y los coches. Siempre los coches. Con aviones, yates y coches, un hombre se convertía en el dueño del mundo. Es precisamente el aroma del gran mundo lo que se huele en las películas de Bond; el halo de sentirse grande sin compromisos, el halo de la libertad y del goce de la libertad. Gozar de todo ello es la recompensa que se merecen los eficientes, que se lo permiten porque se lo han ganado.

Al igual que James Bond, que se ha ganado todo ese lujo, todas esas chicas, los viajes y los coches veloces, las motos, todas aquellas camas de hotel con vistas al mar o las montañas nevadas. Al fin y al cabo se trata de un hombre productivo, que trabaja, y lo que hace es nada más y nada menos que salvar al mundo. En cada película, James Bond salva al mundo, nos salva a todos.

En las secuencias últimas de cada entrega de Bond siempre se inicia una cuenta atrás; lo vemos en su reloj digital: trescientos sesenta y cinco, trescientos sesenta y cuatro… hasta llegar a cinco, cuatro, tres, dos, uno… Pero antes de cero, antes de que la Tierra se queme como una bola de fuego, o algo parecido, llega James Bond. Siempre antes del segundo más crítico, con su definitiva acción sobrehumana vuelve a salvar al mundo de forma deportiva, decidida y sin perder su sonrisa varonil. Y, lo mejor, sin mancharse un ápice ese traje que le sienta a la perfección. Nada, ni una arruga. Y sin que se le haya movido un pelo de su impecable cabeza. Sólo tiene que enderezarse un poco la corbata, que con el esfuerzo se le ha descolocado un poco. Se ajusta el nudo Windsor bajo el cuello de su impoluta camisa blanca. Y luego, a disfrutar de la bien merecida vida de lujo. Fin. Y siempre así.

IAN FLEMING

El creador de James Bond, Ian Fleming, era un fanático de los automóviles, y creó a su hombre ideal, al héroe que adoran las mujeres, según sus propios sueños: creó a James Bond. Lo que ama Bond es también lo que amaba Fleming: ese maravilloso esnobismo británico, los casinos, las mujeres, los cócteles, los viajes, el lujo y los coches grandes y con estilo. El escritor fue periodista en Moscú; después, financiero y agente de Bolsa en su país, y durante la Segunda Guerra Mundial, un alto cargo del servicio secreto de la Armada. En lo que se refiere a coches grandes, veloces y caros, su curriculum tampoco es despreciable: en 1960, por ejemplo, estrelló su Thunderbird contra un carrito de helados con el resultado de siniestro total. Escribió sobre ello un artículo memorable, en el que comparaba la destrucción de su coche con la muerte de un familiar.

Los sesenta fueron años de entusiasmo por los coches, sobre todo por aquellos que eran lo suficientemente capaces de mostrar el significado de la libertad de movimiento, gracias a sus muchos caballos de potencia puestos en acción. Así, se establecía una comparación simbólica entre el hombre y el coche. Y entre el hombre y Bond. Ese era el puente entre la realidad y los sueños.

Cualquiera que profundice en las leyendas antiguas o en los mitos de los héroes se convencerá de que esto no es más que un sueño ancestral. Los héroes griegos y romanos también tenían encomendada la tarea de salvar al mundo con sus espadas únicas, pero también poseían caballos veloces y de raza. De otra manera, ¿Cómo iban a llamarse caballeros?

Las películas de Bond existen desde hace 59 años. Aunque Bond viva siempre en peligro, su personaje es inmortal o, mejor dicho, tiene una pequeña inmortalidad. Es tan inmortal que lleva sobreviviendo a seis actores diferentes: Sean Connery, Roger Moore, George Lazenby, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig. Los dos Bond con los que más se ha identificado al agente 007 han sido Sean Connery y Roger Moore, pero para los jóvenes de la actualidad tanto Pierce Brosnan como Daniel Craig son mejores. Connery representó este papel desde 1962 ("Agente 007 contra el Dr. No") hasta 1971 ("Diamantes para la eternidad"), para regresar una vez más, como competidor de su sucesor, en "Nunca digas nunca jamás". Por su parte, Roger Moore comenzó de la misma forma su carrera como agente con licencia para matar en 1973, con "Vive y deja morir". Abandonó el personaje en 1985, después de "Panorama para matar".

A todos los actores que han dado vida a Bond, sea Moore como Connery, o Timothy Dalton a finales de los ochenta, Pierce Brosnan, como reencarnación fulminante del glamour de los noventa, y Daniel Craig en la actualidad, a todos ellos, a todos los James Bond, se les iluminan los ojos por lo menos dos veces por película: cuando conocen a una bella mujer y cuando ven por primera vez un coche nuevo, es decir, cuando se les entrega un nuevo "coche de la empresa" para sus arriesgadas tareas. Casi siempre se trata de un coche excepcional de una marca de lujo, equipado con innumerables extras que responden precisamente a lo que se necesita para salvar al mundo. Es decir, para salvar el nivel de vida occidental.

Coches y películas

James Bond también es un amante apasionado de la tecnología, y los vehículos utilizados en sus películas fueron diseñados especialmente por ingenieros de alto nivel. Vamos a dar un repaso a los coches usados por James Bond. Todo comenzó a partir de los años de la Guerra Fría con el Sunbeam Alpine, para proseguir con un Bentley en "Desde Rusia con Amor". Curiosamente, en las novelas de Ian Fleming, Bond conducía un Bentley, y no el vehículo por antonomasia de sus filmes, el famoso Aston Martin DB5 de 1964 que estrenaría Sean Connery en Goldfinger.