El final de 2021 ha sido de todo, menos tranquilo. El sector del automóvil ha sucumbido a la crisis de los microchips, una herencia de la pandemia y de una globalización que no ha hecho sino poner en evidencia la excesiva dependencia de Asia. Todos los fabricantes se han pillado los dedos en un año que prometía ser ligeramente mejor que 2020, muy ligeramente. Además, en España, hemos asistido al cierre definitivo de la planta de Nissan en la Zona Franca de Barcelona tras 41 años con la marca del sol naciente… y 101 años después del embrión de Motor Ibérica, la empresa que dio origen a esa factoría. Mala gestión, globalización y pandemia han sentenciado la planta.

También es cierto que la pandemia y la crisis de los semiconductores han servido de acelerador para la electromovilidad. Las normativas medioambientales han empujado a fabricantes y administraciones a apostar por el vehículo electrificado a marchas forzadas, aunque como todo en Europa, esto de los electrones va por barrios.

La dificultad de disponer de una red de recarga eléctrica lo suficientemente válida en muchos países, especialmente en el sur de Europa, hace que se ponga en entredicho ese acelerón. A nadie se le escapa que no disponemos de una infraestructura apta para la proliferación del coche eléctrico. Eso por una parte, y por otra tenemos que los coches existentes en el mercado (salvo honradas excepciones) no disponen de una autonomía suficiente como para realizar recorridos medios de ida y vuelta (unos 300 kilómetros) sin llegar secos al punto de origen. Eso se traduce en la angustia de la recarga para el usuario.

Cierto es que nos quejábamos de cuando los coches solo hacían 150 kilómetros con una carga de batería, pero aún estamos lejos de la popularización del coche eléctrico. Tecnológicamente son muy avanzados, eso no lo niega nadie, los fabricantes están haciendo los deberes a marchas forzadas para adaptarse a la normativa pero si no reciben el apoyo de la infraestructura poco se podrá hacer.

Rendidos al PERTE

La llegada del PERTE de automoción servirá para impulsar esa creación de puntos de recarga que seguramente deberán soportar, en buena parte, las empresas privadas. Pero también debe servir para confirmar algunos progresos como la adjudicación a Martorell y Navarra de nuevas plataformas para fabricar vehículos eléctricos del grupo Volkswagen. La calificación ‘under confirmation’ que Herbert Diess colocó junto a las dos plantas del grupo en España fue una medida de presión más para que el Gobierno lo pusiera en marcha. Pues ya está hecho.

Me da que esos 3.000 millones europeos en el PERTE tendrán muchas novias. Esperemos que sirvan para dar ese paso al frente en materia de electrificación que tanto necesita España. Porque además de proyectos de fabricación de vehículos y redes de infraestructura, la creación de plantas de producción y ensamblaje de baterías también forman parte de esta electrorevolución. Se habla mucho de su localización, aunque parece claro que Aragón, Valencia y Extremadura son las comunidades con mejores propuestas de ubicación. Todo ello deberá despejarse en el primer trimestre de este año 2022.

Entramos en un año en el que seguiremos viendo graves problemas para suministrar semiconductores a la industria de la automoción. Los presidentes de las principales compañías no esconden su preocupación y apuntan a finales de 2023 o principio de 2024 para poder estabilizar toda la cadena de suministro. Y es que el automóvil dejó de ser prioritario, y debe recuperar el terreno perdido.

Evolucionar, ya mismo

Hay que evolucionar, y desde esta tribuna lo hemos apuntado muchas veces. Hace unos años, el CEO de Lynk&Co, Alain Visser, nos decía que esto tenía que cambiar, que seguíamos fabricando, vendiendo y publicitando los coches igual que hace más de 100 años, cuando Henry Ford se inventó el montaje en cadena para el Ford T. Toda la razón. Ahora parece que evolucionamos (a tortazos y activados por una maldita pandemia), pero evolucionamos. Nuevas fórmulas de propiedad, de compra, de servicios, de digitalización. Todo eso que nos adelantaban los gurús del márketing moderno ya está aterrizando a marchas forzadas. O te subes al carro o te quedas fuera. Y todos parece que lo han entendido.

Y de esta guisa nos plantamos en 2022 que será un año en el que, además, volveremos a ver como la normativa de emisiones coloca el impuesto de matriculación en las mismas cotas que de enero a junio del 2021, antes de la moratoria del Gobierno, y un 5% de los vehículos volverán a cambiar de tramo impositivo… sí, ¿se acuerdan?, lo de los 95 gramos y la WLTP. Pues ha vuelto, y esta vez se quedará. Ya sabemos que los políticos legislan la mayoría de las veces a ciegas sin contemplar los procesos industriales (que aún no han evolucionado tanto). Estaría bien que todos fuésemos al unísono.

Y vayan apuntando el hidrógeno que tarde o temprano despertará. Es un tema de costes pero, como todo en la vida, evoluciona. Lo veremos en el transporte pesado más pronto que tarde y representará una verdadera revolución logística.

Mucha electrificación

También habrá grandes estrenos, nuevos modelos que con la electrificación por bandera asaltarán el mercado. Incluso los siete coches finalistas este año del Car Of The Year son eléctricos (bueno, uno es multienergía como el Peugeot 308 que es el único con hibridación y combustión). Ay sí, todo eléctrico, aunque si quieren un consejo comprueben que pueden recargar fácilmente su coche si deciden comprar uno que sea 100% eléctrico.

Entramos en un año que será de todo menos sencillo de gestionar. Veremos ajustes, veremos cambios en el modelo de gestión de los concesionarios, veremos cambios en el papel de muchas marcas en el mercado y, también, una nueva manera de entender la movilidad. Eso sí, siempre que los políticos con alma perroflauta no acaben de destrozar la ciudad y la conviertan en una maraña de carriles bici, sin aparcamiento para coches (ya sean con motor de combustión o eléctricos), sin aparcamiento para las motos, y todo en beneficio de unos espacios (dicen) para los ciudadanos pero que acaban convirtiendo la ciudad en intransitable para todos. Eso sí, tendremos poco espacio para movernos más o menos rápidamente y mucho espacio para jugar a la pelota. Y tiempo. Total, habrán acabado con la industria y con los puestos de trabajo y estaremos en el paro. Igual de todo esto sacamos algún Messi.