Aragón ha tenido una sola jugadora profesional de golf en toda su historia: Raquel Carriedo. La zaragozana empezó a dar sus primeros golpes junto a su hermano en La Peñaza, club del que sus padres se hicieron socios en cuanto se creó. Ahí sigue Carriedo, ahora como profesora en la escuela infantil, trabajando por el deporte por el que decidió apostar para llegar al circuito profesional. «Me gustaba mucho y mi profesor le iba diciendo a mis padres que se me daba muy bien. Avanzando, avanzando fui bajando el hándicap. A los doce años ya era hándicap 8, que es una pasada. Estudié Turismo pero nunca ejercí, quise probar la competición profesional. Desde el primer momento me fue bien y ya me dediqué a eso», resume la zaragozana.

Entró en el profesionalismo en 1995 y los inicios fueron duros. «En aquella época, 1995, había muy pocas españolas que se dedicaran profesionalmente, el golf femenino no tenía mucho seguimiento. Los comienzos son duros porque te tienes que costear tú todo y a medida que vas consiguiendo resultados, a lo mejor te salen espónsors. A mí hasta que no conseguí la primera victoria no me salió ningún espónsor. Había hecho buenos puestos pero hasta que no ganas no te sale nada. Al menos aquí en España. En otros países, Suecia, Noruega, tenían varios patrocinadores incluso sin haber ganado nada. Los comienzos fueron durillos. Pero bueno, luego ya mi carrera la desarrollé bastante bien y no me puedo quejar», explica.

El golf es un deporte bastante practicado, cada vez más, pero el salto al circuito profesional es muy complicado. De hecho, ninguna aragonesa lo ha dado aparte de Carriedo. «Españolas sí hay bastantes, pero aragonesas no ha salido ninguna todavía. Si lo miras bien, es un salto que da un poco de vértigo porque en cualquier deporte a nivel profesional es complicado sobresalir, hay tanta gente que lo hace bien... Es una cosa que te tienes que pensar muy bien y no abandonar los estudios porque nunca se sabe lo que puede pasar. Es una decisión complicada», argumenta.

Pero ella sí dio el paso. Y le fue bien. Aunque le costó muchos segundos puestos, en 2001 llegó su primer triunfo, el que recuerda con más cariño, en el Masters de Taiwán. «El que recuerdo con más cariño sin duda fue mi primera victoria porque me costó muchos segundos puestos. Quedé nueve veces segunda antes de ganar mi primer torneo. Esa primera victoria fue como ‘por fin he logrado la primera’. Fue un punto de inflexión y luego logré algunas más. La primera es la que más cuesta, por eso es mi recuerdo más gratificante», indica. Después del primero llegaron el Compaq Open, el Abierto de Irlanda, el de Tenerife y el Banesto Tour.

El golf goza de buena salud en Aragón. «A nivel amateur está bastante bien. Es un deporte que en Zaragoza por ejemplo a raíz de la construcción de dos campos públicos han aumentado mucho las licencias. Hay mucha gente que lo practica, es accesible a todo el mundo y se puede practicar a cualquier edad», destaca Carriedo. Además, la pandemia también ha provocado un mayor interés por este deporte que se practica al aire libre, que se puede hacer en familia y que permite socializar.

«Dicen que no es deporte pero si te pones a practicarlo y a caminar todo lo que hay que caminar y luego el movimiento para darle a la bola, el swing, es un movimiento que implica a todo el cuerpo a la vez que requiere un poco de concentración. Es un deporte complicado, tiene un aprendizaje lento pero cuando alcanzas cierto nivel es muy entretenido y divertido», explica.

Carriedo enseña ahora todo lo que sabe a los más pequeños en La Peñaza, donde todo empezó. «Tenemos una escuela bastante amplia. No solo en La Peñaza, en Los Lagos también tienen una escuela infantil. A los niños les gusta. Incluso este año hay algún colegio, como Marianistas, que lo ha ofrecido como extraescolar. Cada vez es más accesible a todo el mundo e intentamos acercarlo a todo el mundo».