La relación de Paula Esteban con el agua nació hace más de 30 años, pero para nada fue un flechazo. «Los primeros días que me apuntaron a clases de natación yo le decía a mi madre que con nadar en la bañera de casa tenía suficiente», recuerda la deportista. Y aunque al principió le costó, una vez se lanzó y le cogió el gusto a la piscina ya no ha habido manera de sacarla de ella.

La aragonesa comenzó a competir muy pronto, a los 6 años, en el Club Natación Helios y así continúo hasta los 15 cuando su hermano, que jugaba al waterpolo y su padre, delegado del equipo, le contagiaron su pasión por ese deporte. «Fui a probar un día con las chicas y me quedé impresionada por cómo me acogieron, cómo me reí y lo bien que me lo pasé», rememora Paula. Comenzó a compaginar la natación con el waterpolo pero a los dos años tuvo que elegir. «A veces los horarios eran incompatibles. Me quedé con el waterpolo por el factor equipo», analiza. Aunque Paula reconoce que practicar tanto deporte individual como colectivo ha sido imprescindible para su formación: «Compitiendo sola pones a prueba la autoexigencia, el compromiso, tu capacidad de sacrificio... en cambio en equipo entran otros factores como el compañerismo o la empatía. Son compatibles y recomiendo a todos probar las dos disciplinas».

Esteban estaba muy acostumbrada al agua, pero no tanto a la pelota. «Al principio me costó un poco y me tocó chupar banquillo. Mis habilidades con el balón eran cero» recuerda entre risas. «Pero como buena maña, a cabezuda no me gana nadie y entrené muy duro», afirma. Tras muchas sesiones dobles, la deportista fue ganando peso en el equipo. Consiguió ser titular, luego convertirse en una pieza clave hasta por fin ser la capitana, condición que le hacía especial ilusión.

De jugadora a entrenadora

Pero con 27 años, por el trabajo, tuvo que dar un paso a un lado y retirarse. «Fue una decisión dura, porque me veía a un gran nivel», reconoce Esteban. No obstante nunca perdió el vínculo con el waterpolo. Paula continuó trabajando con las categorías inferiores de la Escuela de Waterpolo de Zaragoza (EWZ). También se sacó el título de entrenadora y estuvo cinco años de segunda de Fran Orizo en el primer equipo femenino. Tras un año en el que entrenó al filial, Orizo le cedió el testigo del División de Honor, así que ahora es ella la que está al frente. 

«El grupo que tengo es maravilloso. Con algunas chicas he jugado, a otras las he visto crecer... estoy muy contenta», asegura Paula, que hace hincapié en las diferencias entre ser entrenadora y jugadora: «La vida de jugadora es más sencilla y, aunque exige sufrimiento físico, se desconecta más fácil. De entrenadora no se descansa mentalmente nunca».

Y aunque ahora su labor es la de preparar al equipo, Paula reconoce que echa de menos la competición. «Ese gusanillo lo sigo teniendo, el de ponerte un reto, superarte...», confiesa. Gusanillo que intenta matar colaborando con un equipo de triatlón, realizando travesías y corriendo carreras populares.

Haciendo un repaso de la vida de Paula, se puede decir sin titubear que el agua ha marcado toda su vida, no solo su carrera deportiva, ya que, a pesar de haber estudiado magisterio y traducción de lengua de signos, actualmente se dedica a tiempo completo a su labor en la EWZ. Pero además Paula ha tenido muchos trabajos relacionados con lo acuático: monitora de natación de niños, de adultos, de aquafitness, de natación terapéutica, clases en cursillos de socorrismo.... «No sé que tiene el agua, pero me enganchó por completo», reconoce Esteban.

Mirando hacia el futuro, Paula no tiene certezas, pero sí sueños: «No sé que me deparará la vida, pero me gustaría estar aquí más años. Llevo ya 20 en la EWZ y el vínculo que tengo es muy fuerte. Quiero poner mi toque personal en este proyecto». Ganas e ilusión no le faltarán a una Paula que tiene en la piscina su hábitat natural y en la que se siente como pez en el agua.