La inmensa mayoría de recuerdos de Lara Mata son con un balón a su lado. Y en el otro, su padre, responsable directo del flechazo que sufrió la aragonesa con el fútbol. «Jugaba en todas partes. En casa, en el recreo, en la calle... Además también iba siempre con él a La Romareda a ver el Zaragoza», recuerda Mata. Pronto, a los 7 años, el gen competitivo que Lara luce orgullosa le pidió dar un paso más, aunque no sabía si lo iba a poder dar. «Mi madre tuvo que ir a preguntar al equipo de La Puebla de Alfindén si me dejaban jugar con ellos. El entrenador estuvo encantado y mis compañeros, aunque al principio les chocaba un poco, me acogieron como una más», señala la deportista. 

Ese fue el inicio de una meteórica carrera que ahora vive su momento más dulce, ya que Lara es una de las piezas clave del Villarreal, equipo que compite en la máxima categoría del fútbol femenino español. Antes, pasó por el Movera, la UD Aragonesa y las distintas categorías del Prainsa Zaragoza (el actual Zaragoza CFF) hasta debutar con el primer equipo, del que fue también un referente. «Guardo grandes recuerdos de aquella época, como la Copa en la que acabamos jugando la final frente al Barcelona. Jugar en el equipo de tu ciudad es diferente, un orgullo», explica risueña. Pero hace cuatro años el Villarreal, de la mano de su amiga y compañera Sara Monforte, llamó a su puerta. «Era el momento. Estaban apostando muy fuerte por el fútbol femenino y el proyecto era espectacular, así que decidí probar suerte», analiza Lara. El tiempo le ha dado la razón y, tras dos ascensos, la aragonesa compite semana a semana contra las mejores.

Su trayectoria es envidiable, pero el deporte solo es la mitad de la vida de Lara. «Desde niña he tenido dos pasiones muy marcadas: el fútbol y la medicina», afirma tajante. Así que, paralelamente a su desempeño sobre los campos de fútbol, Mata encauzó su agenda académica para poder estudiar esa carrera. Y a pesar de todo el tiempo que los entrenamientos, los viajes y los partidos le robaban, lo consiguió, igual que con mucha dedicación consiguió terminar con éxito la universidad. «!Y curso por año!», matiza orgullosa. «He tenido que sacrificar muchas cosas, pero es mi forma de entender la vida. A mí me ha merecido la pena», afirma.

A Lara le llegó de golpe la recompensa a tantos años de esfuerzo, y por partida doble. Es más, eran tan suculentos los premios que a la zaragozana le tocó tomar la decisión más difícil de toda su vida. O continuaba su carrera con el Villarreal tras el ascenso a Primera, o aceptaba su plaza de residente en medicina que se había ganado a pulso tras superar el examen del MIR. «La cabeza me decía que eligiera la plaza pero el corazón me pedía fútbol. Intenté ver si se podían compaginar, pero era imposible. Me costó mucho decidirme, incluso pasé una temporada con ansiedad, pero el fútbol significa tanto para mí... Sabía que si renunciaba a él era para siempre, y no me quería quedar con esa espinita», explica la deportista aragonesa.

En un futuro, Lara tiene claro que su sitio estará en un hospital, aunque para ello tendrá que volver a estudiar ya que no se guarda su nota. «Será de nuevo un año de madrugones y de comer y cenar entre libros, pero lo que me llevo de estos años de fútbol nadie me lo quitará».