A los 3 años, Leyre Morlans ya se había puesto sus primeros esquís. En realidad, semejante precocidad es habitual en Panticosa, donde reside desde niña. De hecho, los colegios destinan el miércoles pedagógico a iniciar a los niños en el esquí, razón de ser de la zona. Aunque el deporte estaba en su casa desde hace tiempo. Su padre, Emiliano, era fondista, «pero yo empecé como empieza todo el mundo, no fue algo premeditado ni obligado. Te ponen los esquís y te llevan a campos alrededor del pueblo y te apuntan a cursillos. Una cosa llevó a la otra hasta llegar al equipo nacional», recuerda.

«El esquí ahora es elitista. Solo si tienes dinero te puedes pagar un programa»

Leyre se convertiría en la gran esperanza aragonesa. Dos participaciones en Mundiales y cinco en Copas del Mundo la catapultaron a la cima del esquí nacional. A los 18 años fue una de las representantes españolas en los Juegos Olímpicos de invierno de Turín 2006, aunque la aragonesa asegura que aquello no estaba en el guion. «Fue una grandísima experiencia, inolvidable y motivadora, pero no era algo que me esperaba. De hecho, nos enteramos muy pocos días antes de ir y no era un objetivo de la temporada. Mi nivel no era para disputar unos Juegos», admite. Acabó 49ª en el supergigante. Integra, junto a Ana Galindo (1998 y 2002), Andrea Casasnovas (2006) y Rocío Delgado (2010), la exclusiva nómina de aragonesas con presencia en unos Juegos de invierno.

Pero lo peor estaba por venir. Cuatro años más tarde, la Federación Española decidió excluirla de la convocatoria para representar al esquí español en los Juegos de Vancouver. Aquello fue la puntilla para la esquiadora zaragozana, que, a los 22 años, decidía abandonarlo todo. «Tampoco estaba en un grandísimo momento ni hubiera ido a disputar nada. Para mí, 2008 y 2009 fueron mucho mejores, pero aquello no fue la causa de mi retirada, sino la gota que colmó el vaso. Llevaba un año en el que la Federación no contaba conmigo, no me daba un programa que pudiera desarrollar y continuar con mi evolución y tampoco había criterio para ir a las Olimpiadas. Solo era por puntos y la federación apostaba por otra persona», lamenta Leyre, que reconoce revisar a menudo aquella decisión de dejarlo todo «pero cuando no apuestan por ti es complicado y lo mejor es cambiar y ver las cosas desde otro lado».

Años después, Leyre regresó a la federación para ejercer como entrenadora, función que también desarrolló durante tres años en el Club Pirineísta Mayencos. En la actualidad sigue enseñando, aunque se ha tomado un año sabático para preparar un máster. «El esquí lo es todo para mí. Antes lo disfrutaba como corredora y desde hace 12 años como entrenadora. Es otra historia, pero igual de bonita aunque muy diferente», afirma Leyre, que valora los «altibajos» del esquí en Aragón en la actualidad. «Nadie ha conseguido dar con la tecla pese a que Aragón tiene un programa de lo mejor de España. El problema es que no hay aragoneses porque la mayoría de las familias de los valles no se lo pueden permitir. Esquiar es caro y se ha convertido en un deporte elitista», asevera.

En este sentido, las cosas han cambiado, pero a peor. «Antes no era así. De hecho, yo no podría haber esquiado si hubiese sido como ahora. Debe haber unos objetivos claros, una política fuerte y precisa sobre la formación de un deportista y, sobre todo, un apoyo económico y unos programas competitivos y asequibles», proclama.

Todo ello hace que la dificultad para llegar arriba sea, ahora, mayor que nunca. «Solo si tienes dinero puedes pagarte un programa. Están trabajando mucho los técnicos de la federación e intentan ayudar, pero no es suficiente. En la época de mi padre, en los años 70, la situación estaba mejor en muchos aspectos. Ahora, si no hay medios económicos no hay buenos programas y sin ellos no hay resultados. Es necesario encontrar financiación que permita programas estables durante cuatro o cinco años», insiste Leyre.

Se trata, pues, de un problema estructural «en cuanto a centros de tecnificación, clubs y federación», algo común en todo el panorama nacional. «Se está apostando más por la precocidad que por el trabajo. Veo constantemente a chicos o chicas por los que apostarías, pero se pierden por el camino».