El Periódico de Aragón

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Mujer y deporte

Violeta Puche: Balonmano en vena

Violeta Puche siguió los pasos de su padre en el BM Tarazona y, tras ganar la Liga juvenil, fichó por el Morvedre valenciano con el que logró el ascenso a la máxima categoría en un año inolvidable

Violeta Puche, durante un partido con el Morvedre. SERVICIO ESPECIAL

Violeta Puche empezó jugando al tenis pero el balonmano le llamó muy pronto. Porque su padre jugaba de primera línea en el BM Tarazona y ella empezó a practicarlo en tercero de Primaria en el Colegio Comarcal Moncayo, progresando poco a poco primero en la escuela y luego en la agrupación hasta llegar al primer equipo. Fueron campeonas de Aragón juvenil, un hito en Tarazona y en la vida de Violeta Puche, porque en la fase de ascenso se enfrentaron al Morvedre y la turiasonense acabaría fichando por el equipo valenciano.

«Cuando jugamos la fase de grupos estaba en segundo de Bachiller y en junio estaba decidiendo qué carrera hacer. Me llamaron del Morvedre y del Sporting La Rioja, que jugaba también en Segunda división, y al final elegí Valencia porque me decidí por la ingeniería y porque me iban a fichar para jugar», explica Puche. Estudió ingeniería biomédica y ascendió a la Liga Guerreras con el Morvedre, algo que nunca olvidará.

«Creo que fue en mi tercer año cuando conseguimos subir a la Liga Guerreras. Fue una locura. Desde el principio armaron muy bien el proyecto deportivo y técnico, también con apoyo de personal de terapia y psicólogos. Me sorprendí porque al final el balonmano, y más de chicas, es un deporte que se intenta profesionalizar pero a veces no se da abasto. Pero ahí estuvo muy bien gestionado desde el principio, nos lo tomamos muy en serio y el entrenador y la segunda entrenadora estaban muy implicados en el equipo. Las jugadoras también e hicimos mucha piña. A nivel técnico, había mucho gimnasio pero bien enfocado, con entrenamientos específicos por puestos, todo muy bien», rememora Puche.

La temporada empezó bien y terminó mejor, con una fase de ascenso que se celebró en Sagunto y que significó el salto a la máxima categoría. «El pabellón estaba lleno y fue una locura. Estaba nerviosa pero como cuando juegas tu primer partido importante cuando eres niña y van a verte tus padres», señala.

El salto fue importante. «Es un cambio bastante exponencial porque en Primera hay equipos que tienen un nivel de profesionalización, que han jugado Europeos, un nivel de entrenamientos, salarios, compromiso, muy diferente. Tú juegas con los recursos que tiene tu equipo. Al principio era muy difícil porque tú subes muy motivada, con un equipo que nos quedamos bastantes, éramos la misma piña del año anterior, pero juegas contra equipos que están muy rodados y contra los que costaba mucho luchar los partidos y acababas perdiendo. Pasas de un año que lo ganas todo a otro que ganas tres o cuatro partidos», explica.

Violeta solo estuvo un año en la máxima categoría. Los estudios, la incompatibilidad de horarios, le hicieron elegir. Y, con todo el dolor de su corazón, tuvo que decidir lo más sensato para su futuro. «Me pilló en cuarto de carrera y al año siguiente quería hacer un máster que era por las tardes. Y es lo de siempre, a mí lo que me iba a dar el dinero era mi trabajo. El balonmano, aunque juegues en el primer equipo de la primera Liga, no te da para vivir. El máster era de tardes, tuve que decidir y ahí ya dejé el balonmano. Apenada, pero... Si ese año mismo me planto y en vez de un sueldo básico hubiese tenido un sueldo para pagar el alquiler y vivir, igual hubiese retrasado el máster o buscado otra cosa. Pero es difícil», apunta.

La profesionalización no ha llegado a deportes femeninos como el balonmano. «No es que pidamos mucho, no quiero cobrar los que cobran los del Zaragoza, pido un salario mínimo para poder disfrutar de algo en lo que invierto muchas horas y no se devuelve. Se devuelve en otras cosas, porque si no, no merecería la pena», indica.

Por eso ve con cierta envidia, de la sana, a su hermano Miguel, ya con contrato profesional en el Real Zaragoza. «Está haciendo su carrera de psicología, está jugando, cobrando bien, y dices ojalá yo hubiese podido sacarme la carrera a tramos, que el balonmano hubiese sido mi trabajo, porque al final te comprometes mucho, comprometes tu vida». Ahora juega con la UPV el campeonato universitario de Valencia para matar el gusanillo y sigue en primera línea la carrera de su hermano. «Siempre he jugado con él en la calle porque mi hermano es de mis personas favoritas. Me bajaba con él al porche a echar unos balones».

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