Brasil se convirtió en la mejor selección de la historia de los Mundiales en 1986 con su cuarta corona, tras las de 1958, 1962 y 1970, pese a su peor desarrollo del ‘jogo bonito’ en una Copa del Mundo atípica porque ya se jugó por primera vez en territorio estadounidense, aunque con éxito absoluto de asistencia, y porque se resolvió también por primera vez desde la fatídica tanda de penaltis, en una final sin demasiada vistosidad contra Italia.

El entonces azulgrana Romario fue la estrella de su selección, aunque con cinco goles no fue la Bota de Oro del torneo, conseguida por otro ilustre azulgrana, el búlgaro Hristo Stoichkov, con seis, junto al ruso Oleg Salenko.

Aquella escuadra ‘canarinha’ dirigida por Carlos Alberto Parreira en el banquillo y por los rocosos Dunga y Mauro Silva desde el césped no fue tan preciosista y espectacular en su juego como la de Garrincha y Pelé, pero sí resultó mucho más práctica, sobre todo ante la Italia del propio Arrigo Sacchi y del excelente Roberto Baggio, que se quedó a su vez sin tetracampeonato.

Brillaron, por otra parte, como selecciones revelación la Suecia de Brolin, tercera clasificada, y la Bulgaria de Stoichkov y Balakov, cuarta, tras deslumbrar tanto por su anarquía como por su calidad técnica.

Por último, la España de Clemente volvió a caer en los cuartos de final ante la subcampeona Italia, en un encuentro igualado y desgraciado para la Roja que se recuerda por el terrible codazo de Tassotti a Luis Enrique.