No lo busquen entre las grandes estrellas de la historia del fútbol: nunca marcó un gol ni dio una asistencia. De hecho, nunca se vistió de futbolista. Pero participó en siete campeonatos del mundo, de los que ganó tres, ejerciendo un papel muy destacado en su selección, la brasileña.

Mario Américo ya ejerció de masajista de Brasil en 1950, cuando su equipo fue cruelmente derrotado en la final. “En las horas previas a la final, muchos jugadores y algunos de sus parientes se dedicaban a revisar la lista de comercios o tiendas que les iban a dar un premio por ganar un Mundial que nunca ganamos”, recordaría años después.

Viajó también al Mundial de Suiza, en 1954, donde empezó a desarrollar una de sus tareas añadidas: fue a ver el entrenamiento de la selección húngara, gran favorita de aquella edición, y tomó buena nota de los ejercicios y estiramientos que los jugadores hacían antes de entrenarse con el balón. 

Se lo comunicó inmediatamente a su seleccionador, Zezé Moreira, que no aplicó sin dilación: a partir de entonces, los brasileños calentaban y estiraban antes de entrenarse y de jugar. 

En 1958, Brasil ganó su primer Mundial. Mario Américo era el masajista del equipo, pero también el encargado de transmitir órdenes tácticas a los jugadores cuando salía del banquillo para atender a algún lesionado. 

Algunos futbolistas incluso fingían lesiones para que Américo, con su inconfundible maletín de cuero negro, entrase al campo y pudiese transmitir las instrucciones del entrenador. Por eso el seleccionador Vicente Feola lo llamaba ‘paloma mensajera’.

El día de la final del Mundial de 1958, Américo tenía una misión muy concreta: el presidente de la CBF le había pedido que, en caso de ganar, hiciese todo lo posible por conservar la pelota de la final.  

En cuanto el árbitro francés Maurice Guigué pitó el final (Brasil había ganado 2-5 a Suecia, la selección anfitriona), Américo se las apañó para arrebatarle el balón y darle el cambiazo por otro. 

El masajista de Brasil, convertido ya en uno más de la familia, amigo y consejero de los jugadores, recibió una oferta del Botafogo, pero la CBF le prometió que si seguía en la selección, tendría un puesto de funcionario de por vida en la administración del estado de Sao Paulo.

Te puede interesar:

Américo estuvo también en los Mundiales de 1962, 1966, 1970 y 1974. En 1976 se metió en política: fue elegido concejal en Sao Paulo.

Falleció en abril de 1990, a los 77 años. Su mítica cartera de cuero negro se puede ver en el museo de la FIFA de Zurich.