Es subdirector del I3A y catedrático de Ingeniería Química. Del 1 al 4 de septiembre coordinará un curso en la Universidad de Zaragoza que se centrará en las llamadas tecnologías CAUC, para captar, almacenar y usar el CO2.

—¿Qué son estas teconologías CAUC?

—Es el acronímo de Captura, Almacenamiento y Usos del CO2. En el mundo científico, el problema del calentamiento global se ve venir desde hace ya décadas y determinados grupos, algunos ubicados en Aragón,empezaron a pensar en qué alternativas habría para tratar que el CO2, uno de los principales causantes del efecto invernadero, no se mezclara con el nitrógeno del aire y así evitar el aumenta de concentración de CO2 .

—¿Y en qué consisten?

—Hay distintas tecnologías y cada una tiene sus particularidades. El CO2 es el producto de cualquier combustión y no es dañino per se. Es lo que aprovechan las plantas para crecer. Una de estas tecnologías es la oxicombustión. Con esta tecnología, en lugar de quemar con aire, quemamos directamente con oxígeno. El problema del CO2 es que es muy costoso separarlo del aire, del nitrógeno, así que el objetivo es que no llegue a mezclarse con el nitrógeno. La oxicombustión consiste en quemar con oxígeno. Otra es el chemical looping, que trata de evitar la combustión directa con aire, utilizando un transportador de oxígeno, un óxido metálico. En ningún momento habrá una mezcla de CO2 con hidrógeno. Respecto al almacenamiento, hay especialistas en España que se dedican a pensar en la posibilidad de usar antiguos yacimientos de gas natural para almacenar CO2. Se comprime, se vuelve a introducir en esos yacimientos y queda como un reservorio de carbono para futuras aplicaciones.

—¿Qué usos puede tener el CO2?

—Algunos de ellos son tan antiguos como la humanidad. Producir, por ejemplo, masas con harina: bizcochos, pan… es antiquísimo. Ahora se está investigando bastante la utilización de ese CO2 secuestrado para alimentar directamente invernaderos. Las plantas crecen más rápido cuanta mayor es la concentración de CO2 en su ambiente, hasta cierto punto. Otra alternativa es la producción de gas natural sintético. El gas natural convencional es una mezcla de gases constituida esencialmente por metano. La idea es coger CO2 e hidrógeno producido mediante electrólisis, hacerlos reaccionar y producir así metano que puede inyectarse en la red de gas natural convencional, ahora como gas natural sintético. En la electrólisis para producir hidrógeno, también se produce oxígeno, que puede aplicarse en procesos de oxicombustión como los que mencionaba antes. Se cierra el ciclo. La electricidad necesaria para producir todo provendría del aprovechamiento de los periodos de tiempo en que los parques eólicos y fotovoltaicos no están en uso porque no tienen demanda. Por ejemplo, un domingo por la mañana de un día soleado de primavera: la demanda de energía es baja, y sin embargo los parque eólicos y fotovoltaicos pueden estar produciendo a pleno rendimiento. El problema es que la electricidad no se puede almacenar como tal. Y para eso estaría el hidrógeno electrolítico.

—¿En qué punto se encuentra la investigación ahora mismo?

—Depende de la tecnología y del lugar. Algunas están más desarrolladas que otras,simplemente porque son más inmediatas. La oxicombustión es una tecnología de aplicación con sus particularidades, pero bastante inmediata. Del chemical looping hay una planta de demostración en Suecia que lleva unos años funcionando con buenos resultados y respecto al gas natural sintético, Alemania ha hecho una inversión tremenda y está ya inyectando este gas natural sintético en su red de gas natural convencional (fósil). En España no hemos llegado a esos niveles. Hay buenos investigadores y equipos de referencia a nivel internacional en algunas de estas técnicas pero lo cierto es que no hay grandes plantas de demostración, más allá de alguna planta piloto.

—En Aragón, ¿hacia dónde estamos yendo en estos campos?

—Estamos yendo bien, despacito, con lo que nos dejan, pero bien. Hay grupos que son referente a nivel internacional, como el instituto de carboquímica del CSIC. En el I3A también hay grupos que trabajan mucho con la producción de energía a partir de la biomasa, donde el CO2 es un intermedio siempre. En el departamento de Ingeniería Mecánica también hay un grupo muy potente que trabaja con la oxicombustión y el biogas. Estamos bien a nivel investigador, se hacen cosas muy interesantes.

—¿Estamos cerca de hallar alternativas que no nos hagan depender de los combustibles fósiles?

—Depende de lo que llames cerca. Durante el confinamiento arrancó el European Green Deal que, entre otras cosas, propone la descarbonización de Europa para el 2050. Tenemos 30 años, y alguno puede decir que es media vida, y es así, pero la tarea es titánica. Conseguirlo implica nuevas fuentes de energía, nuevos conocimientos, que en algunos casos todavía no existen, tremendas inversiones en infraestructuras, inversión en nuevos tipos de trabajo que tampoco existen y que presumiblemente tardarán alguna década en aparecer. Está muy ligado a la inteligencia artificial, a la robótica… a todas estas tecnologías que ahora nos parecen ciencia ficción pero que antes o después tienen que llegar o no habrá Europa, no habrá mundo. Llegará un momento en el que el petróleo ya no será una alternativa y hay que encontrar esas energías que nos hagan seguir funcionando, que por supuesto tienen que ser sostenibles. Tenemos escasez de energías, tenemos cambio climático y ahí está el reto. Yo creo que podremos.

—¿Cómo ha afectado el confiamiento a la investigación?

—Hay dos vertientes. Por un lado, la investigación más teórica se ha podido llevar a cabo con alguna restricción porque todos estábamos en casa y los medios domésticos no son los mismos que los que tienes en el centro de trabajo y se ha podido suplir. Nosotros somos fundamentalmente experimentalistas, trabajamos en el laboratorio con equipos reales y eso no se puede hacer desde casa. Hemos ido haciendo lo que hemos podido.