Las residencias Zenón Almau de Pedrola y Elvira Otal de Ejea son dos de los centros de mayores en Aragón donde se tomó una medida, «por responsabilidad y compromiso», para ahuyentar el fantasma del covid-19: el aislamiento de sus trabajadores con el exterior.

El centro de Pedrola cerró sus puertas a las salidas y visitas el 12 de marzo. Este aislamiento, que hoy se mantiene, derivó en una situación más excepcional: un confinamiento durante 15 días. El equipo multidisciplinar formado por la trabajadora social María Jesús Bielsa, la fisioterapeuta Elena Serrano, el enfermero Raúl Miguel y la psicóloga Sagrario Urrea adoptó una medida difícil, pero considerada necesaria. «Se lo propusimos a todos los trabajadores y se formó un equipo de 12 personas. Fue una decisión que debíamos tomar pronto para evitar cualquier contagio», recuerda Serrano. «Era una decisión personal que debían consensuar con sus familias. Por nuestra parte fue una acción responsable, pero generosa por las familias», apunta Bielsa.

El aislamiento exigió la reordenación de turnos y un trabajo interdisciplinar en este centro que acoge a 57 mayores. «Un auxiliar se encargó de las noches y por el día nos organizamos con muy buena voluntad. Hicimos todos de todo, apoyándonos en aquellas personas que hacen el trabajo diario, como son las auxiliares. Fue un periodo de aprendizaje que, además, sirvió para dar más valor a su labor», añade.

Otra de las decisiones adoptadas fue el acondicionamiento y reutilización de espacios. «Tomamos medidas preventivas y una de ellas fue habilitar una zona de aislamiento en el gimnasio, que se adaptó para poner seis camas y una sala de desinfección con EPI, además de un acceso restringido para los pacientes que llegasen en ambulancia», dice Miguel.

El protocolo de seguridad se extremó más si cabe cuando tocaba desplazar a un residente a un centro sanitario. «En dos ocasiones tuvo que salir una persona y hubo preocupación debido a la actual situación. Dio negativo en la prueba, pero estuvo expuesta y eso suponía un riesgo. Tuvo que pasar unos días en la zona de aislamiento para protegerse él y el resto. Ahora toca ser más responsables y rigurosos con todos los protocolos», admite Bielsa.

«Dentro de la residencia estuvimos muy bien y contamos en todo momento con el apoyo del patronato y el ayuntamiento. Intentábamos que los residentes estuviesen tranquilos y se sintieran seguros y arropados. Hemos sido una familia y se creó una complicidad y unos lazos aún mayores», destaca.

Un gran esfuerzo

Por su parte, la residencia municipal de Ejea empezó a adoptar medidas de prevención cuando el coronavirus era noticia en Italia. Las restricciones al centro comenzaron el 6 de marzo y el día 12 se prohibieron las visitas de los familiares. También se habilitó una zona aislada en el centro de día, que desde el día 13 está cerrado, con camas para que, en el caso de tener un positivo, contar con un área reservada, se elaboró un protocolo de aislamiento y se formó un equipo de auxiliares.

Además, el 71% de los profesionales se acogieron a un aislamiento, no en la residencia sino en sus propios domicilios y en el albergue municipal. «Cincuenta personas aceptaron esta medida de manera voluntaria. En principio vamos a estar hasta el 26 de abril. Fue la recomendación que nos hicieron los dos médicos del centro. El pico del contagio todavía estaba muy alto y nos recomendaron continuar otra quincena más», señala la directora-gerente del centro, Irama Zubiaur.

Las personas que acuden a sus casas no pueden tener contacto físico con otras personas que no sean sus familias. «No pueden salir ni a comprar, solo ir de su domicilio a la residencia a trabajar». Para ellos, la asociación de comerciantes de Ejea facilitó que varios establecimientos prestasen servicio a domicilio a quienes se han acogido al aislamiento. «Para las personas que se alojan en el albergue se han programado actividades para que desconecten de su trabajo, como yoga, gimnasia, talleres y ejercicios al aire libre».

Aunque el día a día es gratificante, no ocultan su deseo de volver cuanto antes a la normalidad. «Tenemos ganas de estar con nuestras familias. Hemos tomado esta decisión porque consideramos que es una medida necesaria para salvar la vida de nuestros mayores, las nuestras y las de nuestras familias». Y es que además de la grave situación que vive la sociedad en general, quienes acuden al albergue asumen un esfuerzo añadido como es estar alejados de sus domicilios.

«Esta situación está sirviendo para que el equipo esté más unido que nunca». Y pone un ejemplo: «En los cambios de turno, las que salen aplauden a las que entran. Es una de las cosas positivas que extraemos en estos días de gran unión y compañerismo».