Desde hace semanas, cada día cuando empieza a atardecer muchos tractores abandonan su habitual lugar de trabajo, el campo, para adentrarse en el asfalto de numerosos municipios del denominado Aragón rural e iniciar una labor que en la situación actual resulta especialmente importante: la desinfección de las vías y espacios públicos.

Y es que aunque parte de estos trabajos de limpieza y desinfección los realizan las brigadas u operarios municipales, y en otros casos también se ha contratado a empresas especializadas, estos se encargan de los espacios más reducidos o de difícil acceso, mientras que la higienización de calles la han asumido en gran medida los agricultores y pequeñas empresas agrícolas que han puesto a disposición de sus ayuntamientos su maquinaria (tractores, sulfatadoras, atomizadores…) y también su tiempo. Otro ejemplo de solidaridad que recorre, y nunca mejor dicho, las calles de todas las localidades aragonesas.

Los tratamientos fitosanitarios que se suelen esparcir los agricultores con estos equipos se han cambiado ahora por una disolución de agua e hipoclorito de sodio (lejía) o en otros casos por cloro u ozono, productos recomendados por las autoridades sanitarias para eliminar de las calles ese maldito bicho que tan fácil arraiga en cualquier superficie y que ha trastocado por completo nuestras vidas.

Cuadrillas

En el caso de Ejea de los Caballeros, por ejemplo, la movilización de los agricultores se inició desde la Cooperativa de la Virgen de la Oliva y a día de hoy son más 60 los que participan en estas tareas organizándose por grupos y en coordinación con el ayuntamiento para llegar a todas las calles de esta localidad y de sus pueblos de colonización. También en La Almunia de Doña Godina, Cariñena, Alfamén o El Burgo de Ebro se han creado pequeñas cuadrillas que se van alternando para realizar estas labores.

Mientras, en otros municipios más pequeños, como Boquiñeni, esta tarea recae solo en una persona que, en este caso es también el alcalde del municipio y agricultor de profesión. Juan Manuel Sanz lleva unas semanas de locura. Cuando acaba su trabajo en el campo, que ahora se centra en sembrar maíz y recoger alfalfa, y tras atender las cuestiones municipales, sobre las ocho de la tarde se vuelve a subir al tractor varios días por semana para empezar con la desinfección de calles ayudado por otro operario que trabaja con él. «Empezamos sobre las ocho de la tarde, cuando la gente ya está en casa y no sale a comprar. Y nos puede costar sobre unas dos horas. Tres horas y media en el caso de Gallur», explica, ya que en esta localidad vecina también es él quien está prestando este servicio. Y lo hace con su tractor en el que arrastra un pulverizador con capacidad para 4.000 litros y que lanza unos chorros que cubren una anchura de 9 metros. Un trabajo extra que, por ahora, seguirá realizando hasta que sea necesario, asegura.