Otro fenómeno importante es el del turismo rural, que crece sin parar en la comunidad aragonesa. Además, este auge llega en gran medida de la mano de los visitantes extranjeros, cuyas pernoctaciones en este sistema crecieron más de un 46% el pasado año. Se trata de una fórmula que aporta como ventaja añadida el hecho de que se reparte de forma muy regular por el territorio, en todas las comarcas y en la cercanía de los lugares de mayor valor natural, como el Pirineo, el Prepirineo, Albarracín, el Matarraña o la laguna de Gallocanta, entre otros parajes.

La estancia media fue en el año 2018 de 1,94 días en hoteles y 3,01 días en cámpings, mientras que ha experimentado una subida en apartamentos, turismo rural y albergues. En cierto modo, en el caso de los hoteles se acerca cada vez más a los dos días, lo que constituiría otro hito en una comunidad que hasta hace poco era considerada solo un lugar de paso, si se exceptúan zonas de estancia prolongada, como es el caso del Pirineo o la sierra de Albarracín. El creciente interés de la oferta turística hace que el visitante alargue cada vez más el tiempo de estancia.

El turismo de origen chino ha ido en aumento en los últimos años en la comunidad aragonesa. Se trata de una parte muy reducida, en comparación con el que reciben ciudades como Madrid o Barcelona, pero ya empieza a tener un peso específico, hasta el punto de que los 76.924 visitantes del año pasado suponen una subida del 24% en número y del 29% en pernoctaciones. Además, son ya la segunda nacionalidad en importancia numérica, por detrás de Francia, preeminencia que se explica por la frontera común con Aragón.