El valor del terreno en el momento del devengo del impuesto (está en el recibo del IBI) se multiplica por el coeficiente por los años transcurridos desde la compra, hasta un tope de 20 y se le aplica un gravamen. Es un cálculo ajeno a la realidad inmobiliaria.

El valor catastral es la base del impuesto, como en el IBI. Se fijan módulos en euros por metro cuadrado para el suelo y para la edificación por municipios, barrios, etc, de los que surge el valor, que se cambia periódicamente a petición del consistorio.

Según los datos del Ministerio de Hacienda, en el 2016 el impuesto sobre el incremento del valor de los terrenos de naturaleza urbana o de plusvalías recaudó 1.964 millones de euros. Eso supone el 10% del conjunto de los impuestos directos de los municipios.