Aún le llaman el "viaducto nuevo", aunque esta semana ya cumplió los veinte años. La expansión de Teruel no se entiende sin la presencia de esta gran infraestructura que permitió conectar el centro de la ciudad con el Ensanche y la salida a Valencia, salvando los desniveles de la ciudad. Ahora, para celebrar este aniversario, el Ministerio de Fomento ha abierto esta mole de hormigón por dentro para que los visitantes puedan recorrer los 231 metros de longitud de esta infraestructura.

"Los turolenses lo tenemos claro, ha condicionado todo el desarrollo del Ensanche", recordaba Jesús Iranzo, director de la obra. Esta infraestructura supuso un cambio radical en la configuración de la ciudad porque el antiguo viaducto "no hubiera soportado el tráfico actual".

Por el nuevo circulan 15.000 vehículos al día, mientras el viejo viaducto de Fernando Hué ya ha cumplido un siglo. Situado en paralelo a la obra construida hace dos décadas, hoy es peatonal y es Bien de Interés Cultural, una etiqueta en la que pocos pensaban cuando era la única forma de sortear la rambla de San Julián.

"Cualquiera que tenga más de 20 años se acuerda de los atascos que se producían cuando se cruzaban un autobús y un camión en el viaducto viejo", apunta el alcalde, Manuel Blasco. Al tráfico en los dos sentidos se sumaban también los peatones, que compartían el espacio de manera casi imposible con coches.

El nuevo viaducto también se cuenta en cifras: más de 6 millones de euros se invirtieron entonces en la construcción de la estructura y la ornamentación. Tiene 231 metros de longitud, con la característica de contar con vanos asimétricos de 51, 117 y 63 metros cada uno.

"A la hora de hacer la obra teníamos el condicionante del antiguo asilo y la carretera de San Julián", recordaba Iranzo. Y eso determinó una construcción que llamó la atención de los turolenses durante meses, porque veían que el puente se levantó primero sobre los dos grandes pilares y que iba creciendo formando dos "T" gigantescas hasta que se encontraron en el medio.

El de Teruel es un puente de hormigón pretensado, técnica que consiste en introducir en el material cables de acero de altas prestaciones. Eso permite que no sea necesario poner grandes cantidades de hormigón y que, por ejemplo, los visitantes que accedían a la parte inmediatamente inferior al firme del puente estos días solo tuvieran sobre sus cabezas en algunos lugares 25 centímetros de solera.

Los trabajos de construcción se dilataron durante cuatro años. Fueron tiempos en los que los turolenses vieron salir del interior del viaducto al entonces ministro de Obras Públicas y Transportes socialista, y otrora hombre fuerte del partido, José Borrell.

En la construcción hubo que solventar el frío, por ejemplo, colocando recintos con toldos y cañones de aire caliente para poder hormigonar. Y ahora, cuando el frío y la nieve llega el puente, también requiere un tratamiento especial, porque las máquinas quitanieves no pueden echar sal para evitar dañar el acero, que es muy sensible a la corrosión.