Así comienzan las coplas nocturnas de los Mayos en la sierra de Albarracín: Ya estamos a 30 del abril cumplido, alégrate dama, que mayo ha venido. Precedentes a la ronda nocturna en la que cada mozo (mayo) manifiesta su devoción en forma de copla a su moza (maya), los encontramos ya en el mundo romano, en el festival dedicado a Flora, la diosa de la primavera, considerada como el prototipo de las celebraciones del primero de mayo. Pero también aún más atrás, en el Neolítico. Y lo testimonian las pinturas rupestres que salpican toda la serranía de Albarracín. Aparecen representadas manadas de toros y vacas, animales que en la iconografía del arte rupestre están asimilados a la fertilidad y la fecundidad en un modo de sociedad agroganadera.

Y la fecha para comenzar a cantar los mayos, la noche del 30 de abril al 1 de mayo, no es casual, porque ya los celtas celebraban la festividad de Beltane en el mismo día. Entonces, la divinidad Cailleach Bheu se mostraba en su aspecto juvenil, como doncella de primavera. Y en los Mayos también se canta: Si mayo ha venido, bienvenido sea, florido y hermoso, con su primavera.

A la anterior celebración celta se la conocía igualmente con el nombre de la fiesta de la víspera de mayo, o la noche de Walpurgis, fecha en que la reina de mayo contraía matrimonio con el dios solar, y en la que los principios masculino y femenino universales, se situaban en perfecta armonía. Por ello el investigador suizo Carl Jung (1875-1961), continuador de la escuela freudiana, en su estudio relacional entre mitología y personalidad humana, encuadró a san Jorge (23 de abril) como el intento de la Cristiandad por encuadrar en un único personaje al mundo masculino y femenino de la vida.

Además, el mundo celta consideraba el 30 de abril la fecha en que la magia, sobre todo la amorosa, presentaba su máximo potencial. Así pues, es constatable que la relación entre matrimonio y fertilidad, hunde sus raíces ya en las primeras culturas agrícolas del Neolítico.

EN LA INDIA, Maya es la divinidad femenina creadora de todas las cosas, madre del mundo, nacida de Deva (en Teruel existe una localidad con el nombre de Riodeva) la deidad buena y primordial. La iconografía hindú representa a Maya con el arco iris, el mismo atributo con que los egipcios representaban a Isis, o los siete velos a que hace referencia la Biblia respecto de Salomón. Y en Grecia, a Maya, la mayor de la constelación de las Pléyades, se la consideraba hija de Atlas, casada con Zeus, el dios del Olimpo. Una clara alusión a que Maya era el resultado de la unión entre la Tierra y el Cielo, madre de la Humanidad.

En España, durante el siglo XIX y buena parte del XX, en muchos pueblos de nuestro país, la maya se personificó en una niña a la que, en los días festivos del mes de mayo, se vestía galanamente y era puesta sentada en la plaza del pueblo, mientras una cohorte de niñas iban pidiendo dinero a cuantos la observaban. Luego, con lo recaudado, se organizaba una fiesta.

En cuanto a los Mayos de la sierra de Albarracín, el primer paso de la fiesta es el sorteo de mayos y mayas. Cada pueblo tiene su manera de elección, aunque la más común es la de la subasta, en la que cada mayo puja por la maya que más le gusta. Otra manera es el sorteo, en el que, mediante extracción de las papeletas de un caldero, será la suerte quien decida los emparejamientos. También se sortea o subasta a la Virgen. Y a quien le toca, le recae un gran honor, pues es desde la puerta de la iglesia parroquial, previo permiso del cura, desde donde se empieza la ronda nocturna en pos de las casas de las mayas. Y si a la maya no le gustaba el mozo que le había tocado, le quedaba un recurso de protesta: colocarse el mantón al revés cuando al día siguiente iba a misa.

LA FIGURA DE la virgen María, que aparece de manera relevante en la fiesta de los Mayos, tendría sus antecedentes en festividades paganas precristianas, como ocurre con la diosa Cibeles (hija del Cielo y de la Tierra y madre de todos los dioses), o Isis, quien con sus lágrimas hacía crecer el Nilo provocando las inundaciones que llevaban la fertilidad y las cosechas a la tierra. Por ello no es extraño que san Anselmo de Canterbury (1033-1109) describiera a María con las mismas palabras con las que habría definido un mayo de la sierra de Albarracín a su maya: Oh mujer tan llena y rebosante de gracia, gracias a ti los elementos se renuevan, de ti mana tanto que todas las criaturas recobran su lozanía.

Otro aspecto interesante es la relación entre el rito del mayo (árbol) y la cruz. La cruz, como símbolo de fecundidad y fertilidad.