Siendo que cualquier hijo de vecino carga con una hipoteca a 30, 35 e incluso 40 años, no encuentro razones por las que el Ayuntamiento de Zaragoza no pueda meterse en un crédito a 50 años. Al fin y al cabo ésta es una ciudad inmortal, lo cual garantiza que en este caso el prestatario no se irá al otro barrio sin amortizar debidamente el capital y los intereses. Otra cosa es si ustedes me plantean algún reparo sobre la forma en que los gobernantes de hoy se gastan lo suyo y lo de los que vendrán en los próximos decenios. Es una barbaridad, desde luego. Pero así está el patio.

Zaragoza todavía no ha acabado de pagar la depuradora que encargó González Triviño y aún no afronta el coste de la presunta agua mineral ultrapura y superlight que nos traerán desde Yesa. Pero las arcas de la ciudad están vacías, las últimas inversiones se han financiado vendiendo suelo público (la vergüenza del siglo) y no hay parné ni para el tranvía ni para la Expo ni para ponerles coche oficial a los señores y señoras tenientes de alcalde. Lo cual, claro, que el IBI ha subido mogollón, incluso más de lo que dijeron.

Pasa además que la ciudadanía quiere buenos servicios, hermosas infraestructuras, estupendos edificios emblemáticos... y unos impuestos cortitos, cortitos. Tanto las clases medias asalariadas (sostén básico de las finanzas públicas) como los contribuyentes autónomos y societarios (mucho más evanescentes) tienen la idea de que aforan demasié . Y por otro lado el PP ha aprovechado los últimos años para desplazar la carga de los impuestos directos a los indirectos, que a buenas horas viene ahora la DGA a ganarse unos euros gravando la gasolina. Hay mucho por hacer y poco dinero. ¿Solución? Un hipotecazo a 50 años, y el que venga atrás, que arree.

Cabría priorizar las inversiones sociales, ser más eficaces en la administración del gasto, volver a los impuestos directos progresivos... Pero eso, ¡ay, amigos!, se ha convertido ya en pura utopía.