Al coste de la Estación (Intermodal) de Delicias de Zaragoza le ha salido un desfase. Diez mil millones de las antiguas pesetas; vamos, una bagatela. Hubo un tiempo (antes del 96) en que por desajustes mucho menores los periodistas (¡menudos éramos!) poníamos en la picota al lucero del alba y sugeríamos rápidamente la posibilidad de que a alguien se le hubiese ido la olla, el cazo o el cucharón. Pero en los cuatro años (triunfales) de la era Aznar renunciamos a toda suspicacia, nos volvimos muy, muy prudentes y certificamos por si acaso la honradez de los gobernantes y su altura de miras. Ahora nos sobresaltan, ¡uy!, los desfases.

En estos fabulosos años, Medio Ambiente y Fomento han adjudicado a tutiplén; han encargado tuberías, canales, puertos, trenes, catenarias y mogollón de cuadros y esculturas, comprados, por supuestísimo, a través de la novia marchante del ministro Cascos. Un pastón gastado con mucha alegría y escaso control. La Estación de Delicias aún no está acabada, el AVE no va a la velocidad prometida, las catenarias aguantan tente mientras cobro... y de repente emergen facturas por otros sesenta millones (que al ser de euros no me atrevo a llamarlos kilos porque pesan como quintales los puñeteros). Doña Magdalena Alvarez, la nueva ministra del ramo infraestructural le ha pedido al anterior presidente del GIF que le explique el tema, se ha abierto una investigación y supongo que nuestro paisano, Victor Morlán, debe estar el hombre acongojado, porque entre desfases, encargos de última hora y obras financiadas por el método alemán se va a ver más pillado de pasta que un perceptor del salario mínimo interprofesional.

Lo mismo hay que volver a revisar los aprovechamiento urbanísticos de los terrenos de Renfe y meterles cuarto mitad más de volumen edificable, o abrir una suscripción popular, o cruzar los dedos y jugar a la Euroloto ... Vaya roto que nos han hecho. ¿Corrupción, dicen ustedes? No, por Dios, no lleguemos tan lejos.