"El éxito está en adaptarse a lo que hay", remarca satisfecho José María Marín, director del colegio Sagrada Familia, centro educativo que celebra estos días su octogésimo aniversario. Su rostro feliz demuestra lo productivos que han sido sus años al frente de la dirección. Así se lo están demostrando estos días, con su cariño, exalumnos, padres y maestros que allí encontraron una segunda familia.

Lleva días desempolvando recuerdos en esta breve mirada atrás que homenajea la iniciativa de Salvador Labastida y Pilar Cuartero, que en 1932 fundaron los colegios Central Masculino y Femenino, respectivamente. Así como la determinación del matrimonio formado por Mariano Marín y Encarnación Velázquez para adquirir el centro educativo en 1958 y darle un nuevo impulso. O salvar un momento crítico en 1964, cuando se vieron obligados a abandonar los terrenos que ocupaban en unos chalets en el actual paseo de Sagasta.

Tres meses frenéticos

En una época en la que los colegios se localizaban en el centro de Zaragoza, la familia Marín se lanzó a la aventura trasladándolo a las afueras. Con la financiación necesaria, un 28 de junio, las máquinas entraron a segar unos cultivos en Casablanca para colocar la primera piedra. Afrontaron un triple reto: conservar la confianza de las familias durante el verano para no perder las matrículas, organizar el transporte escolar --entonces pionero en la ciudad-- y llegar a tiempo al comienzo del curso en octubre con unas instalaciones prefabricadas que sirvieran también como residencia de los alumnos procedentes de fuera. Ese año, el joven José María Marín comenzó el PREU (conocido más tarde como COU y después como Bachillerato).

Bajo esa doble premisa de adaptarse a las necesidades y responder con determinación a los retos, el centro dio otro paso tan decisivo como arriesgado absorbiendo la gestión del anexo colegio mayor. En 1987, nació el CESTE para reducir el abismo entre las aulas y la empresa. De la fortaleza que hoy exhibe esa rama del Sagrada Familia es responsable Miguel, hermano de José María, que junto con María Pilar y Jesús forman uno de los paradigmas de empresa familiar que ha sabido continuar y engrandecer la labor de sus padres, que en 1992 cedieron el testigo.

José María vuelve al presente y, tras resaltar que nunca han abandonado como referente la concepción cristiana de la persona, dirige su mirada a los retos que la institución afronta cada día: "Tenemos que meternos en la cabeza de los jóvenes, motivarles para que aprendan con gusto, seguir digitalizándonos". Y resalta los logros, como la certificación EFQM, el premio Excelencia Empresarial 2013, los buenos resultados académicos de sus alumnos, la implantación del bilingüismo en inglés y francés y la figura de los alumnos intermediarios, pero todo teniendo muy presentes las deficiencias del sistema educativo. Eso sí, adaptándose a los tiempos y a los medios para que todos sientan como propia esa gran familia.