Dos semanas después de la inauguración de la Z-32, un manto de silencio cubre a ratos la autovía de Logroño entre las gasolineras de Las Ventas y el desvío del aeropuerto. En esos momentos no pasan ni coches ni camiones y la hasta hace poco infernal entrada a Zaragoza parece el brazo abandonado de una carretera en desuso.

"El tráfico ha bajado muchísimo, alrededor de un 70%", calcula Angel Chacón, propietario del restaurante La Venta Cano. Hasta el 26 de noviembre, cuando entró en funcionamiento la variante de Monzalbarba, como también es conocida la nueva ruta, los ventanales de su local vibraban al paso de la interminables filas de tráileres. En cambio, ahora, cuando mira al exterior desde la barra sólo ve coches aislados que pasan embalados por una calzada amplia y despejada, dotada de cuatro o seis carriles según el tramo del que se trate.

La Z-32, que une la autovía de Logroño con la Ronda Norte a través del tramo final de la autopista vascoaragonesa en sólo 3,5 kilómetros, ha engullido gran parte del tráfico industrial que antes saturaba el acceso a la capital aragonesa por el oeste.

Y los 5,5 kilómetros que van del empalme de la variante a la vía de la Hispanidad han pasado a convertirse en una vía de servicio que utilizan exclusivamente los vecinos de los barrios y los trabajadores de los polígonos industriales más cercanos a Zaragoza.

Posiblemente, la Z-32 canalizará más pronto que tarde la mayor parte de los 65.000 vehículos que diariamente circulaban por el tramo modificado, que es una maraña de rotondas con semáforos, vías de servicio, desvíos y pasos elevados.

Sin camiones

"Los camiones han desaparecido de los primeros kilómetros de la A-68", constata un responsable de la Policía Local de Zaragoza, cuyas competencias llegan hasta el desvío del aeropuerto. "Hemos detectado que, desde que se abrió a la circulación el nuevo empalme, hay menos accidentes en el tramo viejo", añade.

En su opinión, la Z-32 absorberá todavía más tráfico a medida que pase el tiempo. "Muchos conductores, sobre todo los que pasan por la zona ocasionalmente, aún no saben que se ha hecho el atajo, por lo que es de esperar que poco a poco, cuando se vayan enterando de su existencia, empiecen a utilizar la nueva vía", apuntan fuentes oficiales de la Policía Local.

"La variante es mil veces mejor que la autovía", opina Julio Aguado, un camionero zaragozano que ha parado a repostar en una de las dos gasolineras Las Ventas, en el tramo afectado por la construcción de la Z-32. "Si la hubieran hecho veinte años antes, se habrían evitado muchas muertes en los semáforos de la rotonda de Pikolín", lamenta el conductor.

Otra valoración

En las gasolineras Las Ventas 1 y 2 todavía no han notado en su recaudación la apertura de la conexión con la Ronda Norte, que en su opinión sólo ha reducido el tráfico por la autovía en un 30%. "A la larga es posible que se note, pero contamos con una clientela fiel y no vamos a estarnos con los brazos cruzados", afirma el encargado de la estación de servicio Las Ventas 2.

De hecho, la empresa Zoilo Ríos ya ha puesto en marcha las obras para construir un gran aparcamiento para vehículos pesados justo en el punto donde confluyen la Z-32 y el ya antiguo ramal de la autovía de Logroño.

Los usuarios particulares de la A-68 han salido ganando con la entrada en servicio de la nueva vía. "Cuando vengo a trabajar, a eso de las seis y media de la mañana, voy solo de semáforo a semáforo, y antes siempre circulábamos veinte o treinta vehículos juntos, principalmente camiones", afirma Pedro García, que vive en Zaragoza y trabaja en Venta del Olivar, un barrio que cae dentro de la antigua autovía de Logroño.

Sin colas

Uno de los efectos más visibles de la inauguración de la Z-32 ha sido, además del fin de las retenciones ante los semáforos, la total desaparición de la kilométrica fila de coches y camiones que subía a la Ronda Norte desde El Cachirulo. También se han volatilizado los embotellamientos a que daba lugar la salida de la circunvalación de Zaragoza en dirección a Logroño.

"Vengo a Monzalbarba en seis minutos, sin parar, y antes me costaba un mínimo de quince minutos", afirma, satisfecho, Joaquín Tiestos, alcalde de Monzalbarba, uno de los fundadores de la coordinadora que durante quince años ha luchado para conseguir la construcción de la Z-32.

Los miles de empleados de Opel España, usuarios diarios de la A-68, han sido también de los más beneficiados por la nueva infraestructura. "Ahora --dice Tiestos-- hacen el trayecto en diez o quince minutos menos que antes, y eso se nota, en tiempo y en seguridad".