Reconoce que la primera vez que donó óvulos fue por dinero. "Una amiga me comentó que te pagaban en efectivo y que eran unos 800 euros. ¿A quién no le viene bien ese dinero? Más si vas apurada para acabar el mes".

Elena tiene 27 años y acudió a una clínica privada de Zaragoza hace más de cuatro. "Ya he donado tres veces y, por recomendación médica, no es bueno hacerlo más", asegura. Antes de comenzar el tratamiento, los especialistas realizan análisis a la persona donante para asegurarse de que no padece ninguna enfermedad, así como también toman una muestra de su mucosa. La joven indica que las molestias son "muchas" antes de la donación. "Hay que pincharse unas hormonas para ovular. Primero en la tripa y, después, en la tripa y en la pierna. El día que llegas a la clínica te notas con hinchazón. Físicamente se está baja y también nerviosa, porque pasas por el quirófano. Aunque claro, luego el dinero viene muy bien y ya no piensas en lo mal que se pasa a veces", cuenta Elena.

Su experiencia como donante de óvulos ha tenido un apartado "muy feliz" más allá del matiz económico. "Cuando doné la tercera vez fue porque la clínica me llamó. Resulta que la mujer a quien le habían dado mis óvulos logró quedarse embarazada y pidió al hospital que fuera otra vez yo su donante porque quería tener más hijos. Fue una satisfacción plena. En ese momento me sentí feliz de ayudar", relata.