Es preciso insistir en que la derecha española les ha dado a las izquierdas una lección de perspicacia y talento estratégico. Gracias a ello, el PP va capeando sus temporales internos (circunstancia que se está convirtiendo en pura obviedad) y disimulando ante la opinión pública culebrones tan alucinantes como el del alcalde de Toques y su padrino don Manuel, el del presidente de la Diputación de Castellón y ese entramado societario en el que participaban su señora, su chófer y sus escoltas... o el de la candidatura al Congreso por Murcia de la señora ministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez, la cual se ha comprado un escaño de cunera pagándolo con agua del Ebro (hay que tener desvergüenza para exhibir de tal modo la miserable trastienda electoralista del PHN).

Pero con la inexplicable aventura transpirenaica de Carod Rovira encima de la mesa (¡se fue a Perpiñán en su coche oficial, el muy...!) todo lo demás pasa a ser simple pecadillo venial, y en el PSOE sólo pueden rezar entre dientes para que la actualidad gire hacia nuevos argumentos y la crisis del Tripartito deje de ser noticia. Ayer, desde las maltrechas filas socialistas se reclamaban explicaciones sobre la forma en que el CNI obtuvo la información de la entrevista con ETA y sobre las consecuencias de la filtración (llevada a cabo con la anuencia del Gobierno). Si había de por medio (como parece) una operación antiterrorista de control y seguimiento, nadie entiende cómo ha sido desvelada por el afán de tirarle un torpedo a la línea de flotación del Tripartito . Tales argumentos son, sin embargo, una pobre réplica a las justificadas denuncias del PP. Ayer también, los diarios que escoran a estribor mantenían la tesis de que Maragall seguía desafiando a Zapatero. Más leña al fuego. Este absurdo incidente (¡igual pensaba el tal Rovira que ETA sólo estaba esperándole a él para ver la luz y dejar de matar !) ha vuelto a demostrar que las izquierdas españolas atraviesan una época de tremebundo desconcierto. O así.