No abrieron las ventanas del salón de plenos ni siquiera para ventilar el covid, pero no hubo manera de evitar el ruido que se colaba en la aprobación de las cuentas del 2021 en el Ayuntamiento de Zaragoza, que ayer confirmó el adelgazamiento de la partida de Cooperación al Desarrollo hasta menos del 0,3% (0,7% recomienda la ONU) por primera vez desde 1998, según datos de la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS). Abajo gritaban sin cesar estos y otros, mientras arriba se repetían los argumentos cansinos de los últimos meses, en los lugares comunes de la insuficiencia política para armar y mantener aquel pacto que propuso Lola Ranera la pasada primavera. Sonó bonito ese trato que no será, que hoy es papel mojado. Aquel Acuerdo por el Futuro de Zaragoza que nunca quiso Vox es hoy pasado. Adiós para siempre.

Ni siquiera en estos tiempos de guerra llamados coronavirus se ha percibido la responsabilidad suficiente como para alcanzar un acuerdo de mínimos, el correspondiente a la nobleza y sensibilidad aragonesa, se diría. Cada uno a lo suyo, tan legítimo como plomizo. Sin novedad por aquí. Otra cosa será por dónde caminan luego los presupuestos a la vista de que algunas enmiendas de Vox han caído en partidas con una denominación tan genérica que bien pudieran regresar a su sitio aun por distinto camino.

La mayoría señala a Vox como el culpable, por aquello de que fue el grupo que dejó en voz alta sus condiciones antes de dar el sí al PP. A Ciudadanos también, claro, aunque menos. Disparó con intención en sus enmiendas Julio Calvo hacia algunos de los proyectos del grupo naranja, que se ha mostrado como un gran encajador ante los golpes de la ultraderecha. No hubo más que ver el abrazo que cerró la Comisión de Hacienda del lunes entre la ciudadana Carmen Herrarte y la popular María Navarro. Triunfadoras se sintieron, seguramente porque el juego de Vox les resulta más estruendoso que dañino.

Habrá que ver, no obstante, qué destino elige el partido de Arrimadas en los próximos meses ahora que ya suenan otra vez tambores de urnas en Madrid. «Ciudadanos recuerda a Bruce Willis en El Sexto Sentido, que está muerto y no lo sabe», dijo la jefa de la oposición, que cargó contra los naranjas porque no han sido capaces de poner freno a Vox. «No se han creído que tienen seis concejales», les reprochó el PSOE, que suma diez. Y 10+6 es igual a mayoría en Zaragoza.

Lola Ranera dejó su sospecha de que al año que viene ya no habrá presupuestos que negociar. Se prorrogarán, entiende, lo que directamente evitará la negociación de los capítulos correspondientes a subvenciones y convenios. Es decir, restará protagonismo a Vox.

La izquierda señala a Sara Fernández y los suyos por hacerle el juego a la ultraderecha. La vicealcaldesa calla por ahora con apariencia indemne y el alcalde reúne todos sus reproches en torno a Lola Ranera por su condición de perteneciente al partido que gobierna en Aragón y Madrid. No admite lecciones de los que pactan con Bildu, dice Azcón, que salió enérgico en defensa de Cs, el partido que quizá haya quedado como el eslabón débil del equipo de Gobierno. Solo quizá. De hecho, es el único grupo que puede apretar el botón de la bomba nuclear del actual mandato.

La matraca ha volado repetida de un lado a otro en las últimas sesiones para señalar a ultraizquierdistas o ultraderechistas, o mejor a quienes pactan con ellos. Nada nuevo, aunque es cierto que el PSOE municipal avaló una moción en la que se reprobaba nada menos que a los podemistas Iglesias y Echenique. El gesto aleja al grupo del populismo y los fakes que tanto gusta recordar al alcalde, extraordinariamente serio durante toda la mañana. Si se excedió en ademanes, fue siempre fuera de cámara. No se puede ver más, el salón de los zaragozanos sigue cerrado. Habrá que abrirlo pronto, al menos para escapar del sopor de los políticos y sus lugares comunes.