Miguel Lázaro Salinas fue declarado ayer culpable de un delito de homicidio con dolo eventual por la paliza mortal que propinó a su amigo Gustavo Sergio Ortega Castán, durante una pelea que mantuvieron el pasado mes de junio en el parque del Tío Jorge, en Zaragoza.

Ahora, el presidente del tribunal deberá imponer una pena que oscilará entre los 11 años pedidos por el fiscal y la acusación particular, ejercida por María Mercedes Octavio de Toledo, y los siete años y cinco meses que solicitó el abogado defensor, Francisco Javier Bellot.

El jurado popular que vio el caso los pasados días en la Audiencia de la capital aragonesa consideró que no quería matar a su víctima, pero, al mismo tiempo, dejó claro que el acusado debería haber previsto el resultado de sus actos, que provocaron la muerte de su víctima dos días más tarde en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. Además, considera que se da la circunstancia atenuante de alcoholismo.

En el capítulo de hechos probados, el jurado estableció que ambos amigos se peleaban y se reconciliaban con frecuencia. Asimismo dejó constancia de que el propio Gustavo Sergio Ortega se negó a recibir tratamiento al principio. Además, este hecho pudo influir en el resultado de muerte.

POR UNA CAZADORA

El abogado de la defensa, que inicialmente pedía cuatro años de cárcel, mantenía que lo sucedida encajaba en un delito de homicidio por imprudencia o involuntario, un razonamiento que no fue recogido por el tribunal popular, que se inclinó por la versión según la cual Miguel Lázaro Salinas tuvo que prever que los golpes que propinó a la víctima podrían tener un desenlace trágico, como efectivamente sucedió.

Además, se produjo una concatenación de hechos que actuaron en perjuicio de la víctima, la cual no había consumido un cóctel de alcohol y tranquilizantes, como erróneamente publicó este diario en una edición anterior, durante la celebración de la vista oral en la Audiencia de Zaragoza.

El motivo de la discusión fue, según el fiscal, la devolución de una cazadora al acusado. En un momento dado, Gustavo Sergio Ortega empujó al acusado y recibió un puñetazo en la ceja. A raíz de este episodio, las personas presentes sujetaron al acusado con el fin de evitar que siguiera adelante la agresión.

Pero cuando Gustavo Sergio abandonaba el lugar, a las 21 horas del 30 de junio pasado, Miguel Lázaro salió corriendo tras él y, cuando lo alcanzó, empezó a propinarle puñetazos y patadas en la parte superior del cuerpo, desestabilizándolo y haciéndolo caer al suelo.

Una vez llegados a este punto, "siendo consciente de la gravedad de sus actos y de las consecuencias que podrían producir, aceptando las mismas, le propinó con gran brutalidad dos patadas, una en el brazo y otra en la cabeza", según el escrito de acusación del fiscal.

El último golpe produjo a la víctima una fractura craneal con hematoma subdural agudo, de forma que quedó inconsciente 10 minutos, tras los cuales se recuperó. Sin embargo, como consecuencia de esos traumatismos, al día siguiente Gustavo Sergio comenzó a encontrarse mal y se cayó al suelo en las escaleras del centro cívico del Tío Jorge, donde fue asistido y trasladado inconsciente en ambulancia al Miguel Servet, donde entró en estado de coma y falleció a las 20 horas del día 2 de junio. El examen forense determinó que padecía un traumatismo craneal.