Cristian P. fue despedido el año pasado de la bolera y cafetería de Plaza en la que había trabajado durante nueve años, y cuyos propietarios piden ahora cinco años de cárcel para él, ya que lo acusan de haberse apropiado de 140.000 euros de recaudación a lo largo de varios meses. Unos hechos por los que la Fiscalía también le acusa, aunque pide tres años de prisión, y de los que el joven se defendió alegando una combinación de homofobia -le despidieron por ser homosexual, afirmó- e intención de ocultar la cantidad de dinero negro con la que trabajaba la empresa.

Así lo explicó el acusado a los magistrados de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Zaragoza, en cuyas manos quedó la resolución. Según explicó, sus jefes, con sede empresarial en Alicante, viajaban periódicamente a la bolera zaragozana, donde él ejercía como encargado aunque con contrato «de camarero», y periódicamente se llevaban «sobres».

Mientras, él se encargaba de llevar parte del dinero al banco, y en una de estas ocasiones sufrió un atraco -que no denunció por indicaciones de la empresa, dijo- en el que le quitaron más de 13.000 euros. Él reunió unos 12.000, y al no reponer todo, comenzaron los problemas. Cuando se descubrió que era homosexual, alegó, se consumó el despido.

Los propietarios, por contra, ofrecieron una versión bien distinta. Según explicaron, desde abril comenzaron a notar descuadres de caja entre lo que el sistema informático del negocio daba por ganado y lo que se ingresaba en el banco.

Durante este tiempo, además, el acusado abrió varios negocios (que se encuentran ya quebrados), y según el propietario, llegó a reconocerle que se estaba quedando dinero y que lo devolvería. Pero no lo hizo. Él alegó que los negocios le salieron «muy baratos», por la decadencia de Plaza Imperial.

En cuanto a la homosexualidad, los propietarios aseguraron que era de sobra conocida, ya que hacía tres años que había presentado documentación de su matrimonio, y no tenían problema. El hermano del acusado, también despedido -sin que quedara muy claro por qué-, sí afirmó que el dueño le llamó «maricón de mierda» al discutir.