Ayer cuando me llegó la noticia de la muerte de Olga, la Jefa de la Unidad de Familia y Mujer del Cuerpo Nacional de Policía, sentí esa profunda tristeza que sientes cuando pierdes a alguien a quien admiras sin poder expresarle tu admiración y reconocimiento sabiendo que ya no tendrás ninguna oportunidad para hacerlo.

Compartí con Olga no mucho tiempo pero sí el suficiente para comprobar su compromiso y su implicación en la lucha contra la violencia de género y su trabajo en la protección de los menores.

Tenía una mirada serena y limpia, como dice el himno de la policía “Brilla en sus ojos luz serena de templanza” Una sonrisa sincera. Defendía sus posiciones con una elegancia singular, sin levantar la voz, pero de manera contundente y con argumentos y daba igual quien fuera su interlocutor.

Manejaba una de las unidades más delicadas dentro del cuerpo de policía y lo hacía con la mano certera de un cirujano. El tratamiento, la investigación de la violencia sobre la mujer es un camino complicado que ella fue desbrozando, con delicadeza y eficacia, poniendo la medida precisa de humanidad y profesionalidad. Cada caso necesita luz y Olga era eso, iluminaba cada duda con una respuesta armada de experiencia y de empatía. Cada conversación con ella fue una lección sobre algo que yo creía conocer. Es difícil de llenar su hueco pero impagable el ejemplo que nos regaló con su forma de trabajar.

Reunía en su persona toda las cualidades y el espíritu con el que cuentan los mejores policías nacionales. Estoy segura que su compañer@s siempre la van a tener en su memoria, sirviéndoles de ejemplo, recordando su entrega su profesionalidad.

Se ha ido y no nos queda ni siquiera el consuelo de acompañar y poder dar un abrazo a sus marido a su familia para darles un abrazo y decirles cuanto la admiraba, que orgullo y que tranquilidad me daba contar con ella al frente de la UFAM. Hasta siempre compañera.

Carmen Sánchez, exdelegada del Gobierno de España en Aragón